Un paseo para (nosotros) dos

 

Existe en el corazón de mi ciudad un enorme bosque


Una vez me preguntaste ¿a dónde te iba a llevar cuando vinieras a mi ciudad? Y te contesté con algún cliché haciéndome la interesante. Porque entonces no eras especial. Eras un hombre cortejándome y yo era la mujer que disfrutaba seguir el juego. Nada más.

Las cosas han cambiado hoy y así como ya sé que ocupas un lugar especial en mi día a día, en mi mente y en el alma, también ya sé a dónde quiero llevarte cuando vuelvas. Yo sé que te gusta caminar, lo has escrito una y otra vez. Te gusta caminar para encontrarte con tus pensamientos, para construirte al andar. Y eso nos une.

Existe en el corazón de mi ciudad un enorme bosque, imagínate ¡es el doble de tamaño del Central Park de Nueva York! Bueno, en realidad en el pasado el lugar donde se encuentra no era la zona céntrica de la ciudad como lo es ahora, sino los suburbios. Las clases acomodadas del siglo XIX e incluso aún a principios del siglo XX venían aquí a escapar del caos de la “lejana” ciudad. La ciudad ha crecido de tal forma que hoy, si quisiéramos, podríamos llegar caminando hasta el zócalo en menos de 45 minutos. Yo lo he hecho con frecuencia.

Pero ¿por qué quiero venir aquí contigo? Bueno, primero porque me imagino recorriendo sus andadores arbolados tomada de tu mano ¡ah porque cómo adoro tus manos! Me gustan por ser grandes y fuertes. Tus dedos largos y firmes y porque desde el día que nos conocimos no dudaste en tomar la mía para caminar por la calle. A veces un gesto que para muchas parejas puede ser ordinario o incluso pudo ya haber perdido relevancia con el paso del tiempo, para nosotros que estamos obligados a vernos tan poco, resulta trascendente.

Mezclar nuestros pasos, con las manos entrelazadas mientras te muestro mi lugar favorito de la ciudad es, en mi muy rudimentaria y poco ortodoxa manera de ver las cosas, la mejor manera de comprometerme contigo. Y es que… ¿qué es más importante que abrir los espacios donde uno es feliz al otro? Es un acto de profunda intimidad.

Yo suelo venir mucho a este bosque.

Chapultepec es mucho más que un zoológico, al que por cierto hace tiempo que me niego a ir por no lograr disfrutar mirar a los animales en cautiverio. La vida salvaje debería ser sostenible fuera de las prisiones pero no hemos sabido respetar que su esencia es la libertad, se la robamos para admirarla y so pretexto de cuidarla.

Le hicimos lo mismo que al amor, le llenamos de barrotes y muros, robándole lo más importante.

Pero en este ecosistema hay otros animales que sí corren sueltos todo el tiempo, tanto que incluyen entre sus derechos y libertades el venir a husmear la comida: las ardillas. ¡Ah porque no te he dicho! Entre mis planes, además de recorrer el bosque tomando tu mano, también está el consentir a tu estómago: ¿Qué mejor combinación amorosa que uno que ame cocinar y otro que adore comer?

Porque sí mi amor, sé que comer te importa. ¿Recuerdas aquel domingo que me dijiste que si estuviera contigo en tu ciudad me harías café al despertar y luego me invitarías a pasear tomados de la mano? Aquella era una mañana lluviosa, y a mí tampoco me detiene el clima. Yo igual, te prepararía el café y te serviría una taza. El resto lo colocaría en un termo que pondría en la canasta, junto al resto de la comida que habría preparado un día antes especialmente para ti.

El resto, te lo digo cuando regreses. Bienvenido sea el mes del amor… nosotros lo abriremos planeando un picnic que ojalá, muy pronto pueda ser.

*Periodista, cronista, hedonista y feminista
Madre, viajera, libre y terrícola

@elipalacios