Un próspero Año Nuevo…

 

La escena dibuja lo que sucede y de lo que el presidente Lopez Obrador no parece darse por enterado


Aquí puedes ver el histórico de la columna de Carlos Ferreyra Carrasco

La escena dibuja lo que sucede y de lo que el presidente Lopez Obrador no parece darse por enterado. Ni por interesado.

En medio de la euforia que despierta el mandatario donde pone sus pies, una señora muy arregladita pero de evidente clase popular, se coloca de frente e interrumpe lo que empezaba a ser una sonrisa.

Explica ante el asombro de los festejantes, que fue despedida así, sin más, de su empleo sin indemnización por medio, tampoco el pago de un par de quincenas anteriores y su porvenir es oscuro, sin dinero y en el desempleo.

López Obrador tuerce el camino para evadirla y con gesto de fastidio le dice que eso no pasa, que lo verá y que no es como ella dice.

La mujer queda con la mano extendida, las uñas pulcramente pintadas y un rostro indefinible en el que no hay nada que delate su reacción. Quedó, como decían las abuelas, “epatada”, sin saber que hacer.

Naturalmente no hubo información sobre el incidente ni funcionario o edecán que registrara las angustias de una mujer, posible cabeza de familia que pasará, pasó, una triste a Navidad y a la que espera un peor futuro.

Como a ella, medio millar de trabajadores del sistema tributario fueron lanzados a la calle. Un número mayor quedó desempleado en la Cámara de Diputados mientras los padres conscriptos se relamían sus bigotes aguamieleros gozando anticipadamente de su cuarto de millón ganado con el sudor de sus glúteos aposentados durante cuatro meses en los sillones de cuero en la Basílica de San Lazaro.

En similar forma el presidente, que debería serlo de todos los mexicanos, alistó las escarcelas para colocar allí una cifra igual, gratificación de fin de año por un mes de labores oficiales.

Desemplean en el Instituto Mexicano de la Radio a varios  centenares que quedan sin los pagos devengados los dos recientes meses; en periódicos de circulación nacional, inclúyase La Jornada, corredera miserable de periodistas con atropello de las normas legales.

Se copian: tanto en el sector público como en el privado encierran, por no decir secuestran, a los laborantes para obligarlos a firmar documentos que libren de responsabilidad a sus patrones.

La lista es interminable pero basta señalar la insensibilidad, la crueldad, digamos la sevicia conque se aplicó la guillotina en días previos a la celebración de ese señor que proclamó La Paz entre los hombres de buena voluntad.

Como los empleadores aquí mencionados…