El desastre en Veracruz

 

Pobre país con gobernadores ladrones y un contemplativo Gobierno Federal


Sin lugar a dudas el desastre llegó a Veracruz y se llama Javier Duarte de Ochoa. Francamente no sé en qué estaba pensando Fidel Herrera Beltrán cuando decidió que el ahora criticado mandatario lo sucediera en el encargo de Gobernador, porque cuando alguien toma decisiones de este tipo sabe cómo serán las consecuencias.

Y no es que esté imaginando escenarios para justificar mi percepción de lo que ha ocurrido en el otrora industrioso estado, simplemente es que los hechos así lo indican.

En Quintana Roo Félix González Canto se convirtió en un experimentado saqueador de las arcas públicas cuando alcanzó la gubernatura, y quien le siguió resultó un ejemplar “remasterizado” y orientado completamente hacia las actividades delictivas. Porque endeudar el estado y no señalar en qué se gastaron más de once mil millones de pesos de los préstamos adquiridos representa un delito aquí y en China, y por consecuencia el señor Borge es un delincuente.

Por eso creo que el señor Herrera Beltrán sabía a quién dejaba en el cargo de gobernador, y también creo que estaba enterado de los alcances delincuenciales de Javier Duarte de Ochoa. No es menor el daño causado a los veracruzanos, porque durante mucho tiempo tendrán que pagar por ese dinero del que desconocen el destino final, y tampoco creo que haya alguien que se atreva a ponerle dinero bueno al malo.

Pero robar no le bastó al señor Duarte de Ochoa, porque ahora los cómplices que aún le guardan fidelidad decidieron aprobar la creación de dos Fideicomisos que permitirán utilizar el dinero del impuesto del tres por ciento a la nómina para pagar los doce mil millones de pesos de deudas del gobierno. Para decirlo más claro, no tan sólo saqueo las arcas públicas el señor Duarte de Ochoa, ahora los empresarios tendrán que pagar lo que gastó su desastroso gobierno.

La descomposición de los principales cuadros del Partido Revolucionario Institucional en esos estados es evidente.

Hasta ahora nadie ha mostrado la disposición de apartarse de las oprobiosas conductas que les han impuesto los señores Duarte y Borge. Lo previsible es que el costo político se pague en la elección presidencial del 2018, y la culpa tendrá que asumirla quien los ha dejado hacer lo que quieren pese a ser el único que los pudo meter en cintura.

Pobre país con gobernadores ladrones y un contemplativo Gobierno Federal.

Al tiempo.

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