Asiento de Jesús en la Última Cena

 

Toda vez que se celebra la santa Misa, Cristo se hace presente, tal y como él nos lo hizo saber en sus propias palabras “Hagan esto en memorial mío” (Lc 22,19) y en cumplimiento de su promesa: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). […]


Toda vez que se celebra la santa Misa, Cristo se hace presente, tal y como él nos lo hizo saber
en sus propias palabras “Hagan esto en memorial mío” (Lc 22,19) y en cumplimiento de su
promesa: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

En efecto, así como el Señor estuvo a la mesa con sus apóstoles en el transcurso de la
Última Cena, así vuelve a estarlo en cada Misa, en el altar del sacrificio, también sentado allí a
la Mesa de la Eucaristía, como lo explica san Juan Crisóstomo, Doctor de la Iglesia:

“La ofrenda que se realiza es la misma, sin importar quién es el oferente, Pablo o Pedro; es la misma que Cristo dio a los discípulos, y que ahora los sacerdotes presentan a los fieles. La que hoy dan los sacerdotes no es de ninguna manera inferior a la que hizo Cristo en aquel momento, porque no son los hombres quienes la consagran, sino Cristo mismo, quien consagró la primera. En efecto, al igual que las palabras que dijo Dios, son las mismas que dice hoy el sacerdote, de esta forma la ofrenda es la misma; al igual que nuestro bautismo hoy es el mismo bautismo de Cristo. Es decir, todo ello tiene cabida en el ámbito de la fe. Por consiguiente, es el Cuerpo de Cristo el que él mismo dio a los discípulos; y quien piense que esto, que damos nosotros, es inferior de alguna forma a aquel que dio Cristo, demuestra que no comprende que también hoy es Cristo el que está presente y actúa”.

Al interior de la iglesia de la Santa Scala, en la que se conserva la Escalera Santa que la
emperatriz santa Elena hizo llevar de Jerusalén a Roma en el año 326; precisamente hacia
donde la Escalera se dirige y termina en su parte superior, se localiza la capilla conocida como
el Sancta Sanctorum de la ciudad de Roma, que en su interior resguarda la Imagen acheropita
del Salvador, venerada con solemnidad el Domingo de Pascua de cada año.

En esta capilla del Sancta Sanctorum se encuentra también una parte del mueble,
conocido como Triclinium, que sirvió como lecho o asiento en el que Jesús se recostó para
comer la Pascua; recostados él y los apóstoles, según las tradiciones hebrea, semita y
grecorromana.

El relicario que contiene el Asiento de Jesús consiste en un delicado marco de madera
que presenta la inscripción en latín Pars Lectium In Quo D. N. Feria V In Coena Recuibuit, que
se traduce como: Asiento de Nuestro Señor usado el Jueves en la Última Cena.

Contemplar, y meditar en esta reliquia que se conserva en la Urbe, puede conducir al
creyente a una experiencia vivencial de esa realidad que subsiste en el interior de todo ser
humano que con devoción quiera atender las Palabras del Señor, que promete: “Mira que estoy
a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él
y él conmigo” (Ap 2,20).

 

Esto sucede toda vez que el espíritu provoca querer ser el sitio donde Jesús pueda cenar, en la casa de cada quien, que es el corazón donde Él quiere cenar la Pascua siempre que se le abra la puerta de la propia vida para que Él nos acompañe en el camino de nuestra historia.