Báculo y Mando de San José

Jesús, tendrás por padre a un hombre dispuesto a entregar su vida por ti.
Roberto O’Farril Publicado el
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El carpintero fuerte de Nazaret, José, hijo de Jacob, fue elegido por Dios para ser esposo de la Virgen María, y lo señaló mediante una vara de almendro que floreció en su mano cuando los sumos sacerdotes de Jerusalén convocaron a los varones de Judea para encontrar a quien tomaría por esposa a la hija de Joaquín y Ana, la doncella educada y formada en el Templo en un privilegio al que pocas niñas aspiraban.

A san José, Dios le confío su tres más grandes tesoros: Su Hijo, Su Madre y Su Iglesia. Siempre hizo la voluntad de Dios, creyó en Jesús antes de que naciese, lo protegió, lo formó con su propio testimonio de vida y le demostró que el amor de Dios es como el de un padre.

Tras la Anunciación y Encarnación del Verbo divino, el seno de la Virgen crecía hasta que José se percató; y fue ese el día en que José le salvó la vida por vez primera a Jesús, pues la ley judaica castigaba con muerte por lapidación a toda mujer soltera que estuviese embarazada. José, conocedor de la justicia, quiso rescatar de la muerte a María y a su Hijo aunque su corazón se partió de dolor hasta que Dios lo confortó con el sueño para luego consolarlo por medio del ángel: —José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo (Mt 1,20). Al despertarse, José recorrió apresurado el nuevo sendero de su vida hacia la casa de María, quien salió a la puerta para ver venir a su prometido mientras le habló a su Hijo con estas palabras: —Jesús, tendrás por padre a un hombre dispuesto a entregar su vida por ti.

De san José se conserva su anillo nupcial, su báculo, su manto y sus herramientas. El anillo, en Perugia, Italia dentro de una caja de oro de 11 llaves, como lo confirma el papa Benedicto XIV en sus escritos Las festividades de la santísima Virgen. El Báculo, en la iglesia de Los Ángeles, de los frailes Camalduenses de Florencia, confiado a su Superior General, Ambrosio, por Gregorio III, elegido Patriarca de Constantinopla en 1446. El Báculo llegó a Florencia en 1439, procedente de Constantinopla, con ocasión del concilio de Florencia, de 1838, convocado por el papa Eugenio IV. El Padre Rica, en el tomo dos de su obra Chiese Fiorentina refiere milagros obtenidos tras el contacto con el Báculo, del que se extrajeron astillas que se conservan en España, en la catedral de Málaga y en el monasterio de la Encarnación, de Madrid.

Una parte de su Manto se conserva en Roma, en la iglesia de santa Cecilia, como informa el Padre José Ignacio Vallejo, en su obra Vida del Señor san José, de 1729. De esta reliquia se cortó una porción se conservan los Carmelitas Descalzos de Amberes, otra que se venera en la iglesia de Santo Domingo, en Bolonia, Italia y una más en el convento de Tepoztlán, México.

 

Por: Roberto O’Farrill Corona

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