Es de sabios cambiar de opinión

Brexit
Foto: Internet 

Por René Palacios. Producto en gran medida de la irresponsabilidad política del entonces primer ministro británico David Cameron, el 23 de junio del 2016 se celebró en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y en Gibraltar un referendum en el que los electores británicos debían pronunciarse entre la opción de […]


Por René Palacios.

Producto en gran medida de la irresponsabilidad política del entonces primer ministro británico David Cameron, el 23 de junio del 2016 se celebró en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y en Gibraltar un referendum en el que los electores británicos debían pronunciarse entre la opción de que el Reino Unido continuara formando parte de la Unión Europea y la opción de que se convirtiera en el primer país en abandonar ese esquema regional de integración económica, comercial y política.

En aquella ocasión la opción por abandonar la Unión Europea ganó con el 51.9% de los votos frente al 48.1% de los electores que se manifestaron en favor de permanecer. Durante la campaña que antecedió al referendum, agoreros antieuropeos como Nigel Farage o Boris Johnson se cansaron de decir que para los británicos, el pertenecer a la Unión Europea no representaba sino desventajas, que abandonar la UE sería sencillísimo y que implicaría que los británicos recuperaran la soberanía sobre su propio país y dejaran de verse obligados a aceptar migrantes indeseables que sólo afectaban el nivel de vida de los súbditos de la reina Isabel II.

No dejaron de decir que la pertenencia a la Unión Europea implicaba para Londres un cuantiosísismo gasto en miles de millones de libras esterlinas para el mantenimiento de la enorme burocracia comunitaria y que no generaba beneficios para la ciudadanía británica. Tres años después y teniendo muy claro que el famoso Brexit ha sido el mayor dolor de cabeza de la política británica del primer cuarto del siglo XXI nos queda claro que aquellos promotrores del Brexit mintieron. Salirse no era tan sencillo y pertenecer a la Unión Europea vaya que representaba ventajas para los británicos. Considerando que la diferencia entre el sí y el no en el referendum del 2016 fue de menos de dos puntos porcentuales, lo pertinente sería organizar un segundo referendum en el que la ciudadanía acuda a emitir un juicio, ahora sí, plenamente informado. Al final de cuentas es de sabios cambiar de opinión.