Ese México inescrutable

Ese México inescrutable
 

Tenemos muchas preocupaciones y ocupaciones como país, sociales, económicas, políticas, de salud; pero el gran quebradero de cabeza es la inseguridad y todo lo que lo rodea. Sobre todo porque no se le ve remedio inmediato.


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Ha llegado el verano y México sigue sorprendiéndonos. Aquí no se toma el verano como una época de vacaciones, sino que se sigue funcionando con el espíritu de trabajo y de abnegación que rodea a todo mexicano. Aquí se vive y se trabaja al mismo tiempo que se trabaja y se vive. Quien afirme otra realidad, no conoce al mexicano ni dentro ni fuera de las fronteras.

Y mientras cada uno sigue en su quehacer diario, el país continúa por sus derivadas habituales. No todas buenas, no todas malas.

Somos un país que ama la vida pero en el que la violencia establece actos horrendos como el de Reynosa sin otro sentido que la muerte sinsentido. Igual que los 12-14 feminicidios diarios donde se mata a alguien por ser mujer. Ni en la peor época de la humanidad sucedía tal cosa. Parecería que la violencia va por un camino y el resto del país: políticos, empresarios, ciudadanos de a pie, por otra. Y no logramos ponerle freno.

Nuestra vida se ha acostumbrado a caminar en la penumbra de la violencia y de la inseguridad. En el exterior nos ven como un país en el que las balas vuelan por las calles. Y desgraciadamente esto corresponde a la realidad en una buena parte del país. Cabe preguntarse si esto seguirá de una forma tan continuada y atroz que nos quite la confianza que las maravillas de este país, tanto naturales como personales, genera.

El pasado verano, un norteamericano de 18 años me dijo que le daba miedo llevar un reloj de 200 dólares a los antros de Cancún. En su mentalidad del orden y la ley norteamericanos, un objeto de ese valor, en México podía ser un elemento de inseguridad. Probablemente le asistía la razón, por el reloj, por su edad y por ser norteamericano. Pensamientos como los de este adolescente laceran el alma. Los turistas vienen a disfrutar lo mejor del mundo en nuestro país y se pueden encontrar con lo peor o sienten temor por ello, que acaba resultando lo mismo.

Se encuentran destrozados varios estados de la república: Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Jalisco y parece que no tarda en llegar al mismo derrotero Quintana Roo. De sobra sabemos que la capital del país es un terreno fértil para la violencia irredenta que campa por sus fueros en las alcaldías más desprotegidas, mientras en otras más privilegiadas hay robos pero no matanzas.

Tenemos muchas preocupaciones y ocupaciones como país, sociales, económicas, políticas, de salud; pero el gran quebradero de cabeza es la inseguridad y todo lo que lo rodea. Sobre todo porque no se le ve remedio inmediato.

Colombia estaba en la misma situación hace unos 24 años y logró salir del atolladero en el gobierno de Álvaro Uribe. Hay quien discute los métodos, pero la violencia dejó de visitar Colombia. Después las FARC pasaron de la clandestinidad a la política activa y ahora el país se ha vuelto a descomponer terriblemente.

¿Qué pasará con México? El dicho popular nos anuncia que no hay mal que dure cien años. Saldremos de esta batalla, valga la referencia, y volveremos con total seguridad a contar con un país de paz. Porque somos gente pacífica por naturaleza aunque tengamos muchas experiencias sangrientas a nuestras espaldas. Puestos a ser pacíficos, lo somos y puestos a ser violentos, también. Pero nuestra esencia tira más bien hacia la paz.

En este México inescrutable, esperemos que un día, estalle la paz, como titula uno de sus libros José María Gironella.