Etiquetas en la 4T

 

En el posicionamiento público, las etiquetas importan. Determinan, definen, representan. Dice el diccionario que son una “calificación estereotipada y simplificadora”. Y para muchos puede parecer injusto resumir así el trabajo de una vida, pero para los gobiernos son los símbolos que le ayudan al ciudadano a entender lo que pasa y a definir sus posiciones. […]


En el posicionamiento público, las etiquetas importan. Determinan, definen, representan. Dice el diccionario que son una “calificación estereotipada y simplificadora”. Y para muchos puede parecer injusto resumir así el trabajo de una vida, pero para los gobiernos son los símbolos que le ayudan al ciudadano a entender lo que pasa y a definir sus posiciones. Así, la comunicación de la llamada “4T” se ha caracterizado por ser muy efectiva, clara y precisa en los mensajes que quiere dejarle a la gente de a pie.

Ejemplos tenemos muchos, pero uno muy representativo es el cambio de denominación  del Instituto de Administración de Bienes y Activos, a Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP). Más claro ni el agua.

La imagen que un gobernante trabaja en el tiempo busca dejar una huella imborrable que defina claramente sus aportaciones y logros. En este contexto, llega la 4T con el respaldo en las urnas de más de 30 millones de electores, casi el 54% de los que votaron.  Sin duda, en este Gobierno el sello de “primero los pobres” ha marcado el eje sobre el cual se establece la comunicación de los programas prioritarios.

Pero, ¿será realmente eso lo que la gente recuerde de Andrés Manuel López Obrador como expresidente? Como referencia, ¿qué etiquetas tienen los exmandatarios recientes de México? Veamos: Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) inicia con la sombra de un presunto fraude electoral. Negoció el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLC).  Sin embargo, surge también el EZLN en Chiapas (1 de enero de 1994), reflejo de pobreza e iniquidad y se suscita el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

De Ernesto Zedillo (1994-2000) muchos recuerdan la crisis económica, pero en política se da un proceso de apertura democrática que culmina en la elección del año 2000, con el triunfo de Vicente Fox Quesada (2000-2006), luego de más de 70 años del PRI en el poder. Si bien el Gobierno de Fox generó altísimas expectativas de cambio, decepcionó a muchos por la falta de operatividad política en temas fundamentales para el País.

Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) gana con diferencia mínima de apenas 0.62% ante el que entonces fue etiquetado por sus opositores como un “peligro para México”. Su sexenio se vio marcado por la llamada “guerra” contra el crimen organizado, opacando en el imaginario el resto de los aspectos.

Y Enrique Peña Nieto (2012-2018), que pese las buenas perspectivas que generó con el Pacto por México, aprobando las tan esperadas reformas estructurales, quedó señalado por escándalos como la “Casa Blanca” y la tragedia de los 43 de Ayotzinapa.

En el caso del actual Presidente, es difícil saberlo ahora, pero queda de manifiesto que las reglas del juego y de la comunicación política han cambiado, y quienes no las entiendan y actúen en conciencia, seguirán perdiendo una gran oportunidad de hacerse escuchar y construir espacios de reflexión y oposición reales de cara al 2021.

 

 

 

Por: Juan Carlos Zepeda*

[email protected]

* Maestro en Historia del Pensamiento y

Socio Director de FWD Consultores