La democracia se juzga en el tiempo. Ahí está Biden.

 

Biden no era la panacea ni la salvación de Estados Unidos y en el mundo quedaba mucho trecho por recorrer cuando ya se atisbaban problemas de carácter fiscal y de deuda pública.


Rompecabezas |

Por: Carlos Herrero


El presidente Biden ganó por una importante mayoría a Donal Trump en las pasadas elecciones en Estados Unidos el 3 d noviembre. La alternancia democrática se expresaba en toda su luminosidad y lograba aportar oxígeno a un mundo saciado de mesías políticos.

Biden no era la panacea ni la salvación de Estados Unidos y en el mundo quedaba mucho trecho por recorrer cuando ya se atisbaban problemas de carácter fiscal y de deuda pública. Su inversión impulsó a la economía así como el magnífico y amplio proceso de vacunación, auguraban una sólida presidencia en un país polarizado por las llamaradas de Trump.

Hoy, a 10 meses de la elección, los datos arrojan situaciones complejas. El 48% desaprueba al presidente. Sólo lo aprueba un Justino 49%. El manejo de la retirada de Afganistán sólo se aprueba por un escaso 25%. A todos nos viene a la mente otro Vietnam con sus secuelas geopolíticas, nacionales y sociales. En abril o, el 69% de la población aprobaba las políticas frente a la pandemia del coronavirus. Apenas 4 meses después este porcentaje cae al 53%. Y hay que esperar cómo viene la variante Delta que no está respetando a los ya doblemente vacunados. La política económica era aprobada en abril por el 52% de los ciudadanos. Hoy ésta ha bajado 5 puntos para situarse en 47%.

Parece que el momento es digno de aplicar el oxímetro para comprobar la cantidad de oxígeno que lleva en la sangre el gobierno Biden. Solemos juzgar la política norteamericana con ojos foráneos. Totalmente normal. Pero la política norteamericana posee su propia complejidad y sus propios valores.

Los porcentajes de aceptación de un presidente suben y bajan con mucha rapidez. Eso no es lo significativo. Lo realmente importante es saber que la sociedad norteamericana no se cuece al primer hervor y aprueba o desaprueba inmediatamente la política de quien han elegido como presidente. En 10 meses esta sociedad es capaz de aprobar o desaprobar con objetividad y decisión.

En este momento, ya se ve la sombra de Trump para el 2024. Una sombra que se ha demostrado alargada en todos lo sentidos y que aprovechará cualquier circunstancia paras hacer sangre en la arena política. En un período presidencial tradicional de 4 años, bastan 10 meses para pensar en opciones presidenciales distintas a las actuales.

Y entonces viene la pregunta sobre el tiempo que en nuestra cultura latinoamericana o iberoamericana dejamos para que algo funcione desde una presidencia. El concepto de éxito en Estados Unidos y en nuestras sociedades latinoamericanas es distinto, también lo es el entendimiento del tiempo y la capacidad de espera de un resultado.

La sociedad, los partidos políticos, las instituciones, los medios de comunicación, las redes sociales, la sociedad en general son garantes de la democracia y del éxito de una presidencia. Cada uno desde su trinchera y sin extralimitarse en lo que deben ser juzgan y exigen y así se logra desarrollar una democracia crítica que se repiensa continuamente a sí misma.

Biden tiene tarea por hacer. Interesa, se acepta pero no convence. El plan económico de inversión que ha establecido seguramente tendrá éxito y en 2022 la economía estará a toda velocidad, a juicio de los economistas. Pero tendrá a toda la sociedad en una continua crítica a su gestión que le pisará los talones. Esto es lo que se hace en una sociedad bien constituida que cree en la legalidad y la aplica, en el éxito y lo busca.

Se trata de una gran lección para las sociedades latinoamericanas, tan acostumbradas a una paciencia que todo lo aguanta, todo lo soporta y todo lo sobrelleva sin beneficio alguno para ella misma. La exigencia de la sociedad sobre los elegidos por ella para un cargo público debe ser permanentemente exigente. A fin de cuentas, así es la democracia.

En la república de Dubrovnic, hoy ciudad de Croacia, bellísima en sus tradiciones, monumentos e historia, se cambiaba de gobierno cada tres meses. El tiempo político esta exageradamente rápido en el afán de que el cumplimiento de las promesas se realizara y se evitara todo tipo de corrupción basado en beneficios de largo plazo. Un tiempo y un método muy rápido, que parece haberles funcionado sólo durante algún tiempo.

¿Será posible que un democracia relativamente madura, no logre identificar la calidad de sus gobernantes en 3, 6, 9, 12 meses y tenga que esperar al final del mandato para hacer un juicio olvidado por el presente porque hay que continuar con lo que viene? El tiempo todo lo juzga y todo lo pone en su lugar. En el caso de Biden empieza a correr en su contra. ¿Qué sucede en nuestras democracias?