Redes, Gobiernos y Democracia

 

Dos presidentes en los extremos del espectro político, con estilos muy particulares, pero que paradójicamente se tocan en varios aspectos de fondo y forma, tanto como candidatos como ahora al defender sus ejercicios de Gobierno. 


Por: Juan Carlos Zepeda

El análisis de las estrategias digitales en la política no es un tema nuevo. Sin embargo, está tomando nuevamente relevancia en medio de las circunstancias que estamos atravesando: no solamente vivimos la peor pandemia en los últimos cien años, lo que ha mantenido a una buena parte del planeta en cuarentena, sino que además tenemos en frente dos elecciones muy competidas y socialmente polarizantes, la de Estados Unidos en noviembre y la de México en el 2021.

Dos presidentes en los extremos del espectro político, con estilos muy particulares, pero que paradójicamente se tocan en varios aspectos de fondo y forma, tanto como candidatos como ahora al defender sus ejercicios de Gobierno.  Para ellos, sin duda, las estrategias en redes sociales fueron una de las herramientas más relevantes para impulsar sus proyectos y llevarlos al poder. Ya en la Presidencia, vieron que justamente esas ventajas que aprovecharon de los espacios digitales se les podrían voltear al ser ellos “el nuevo poder en turno”.

Ya hace más de una década el brillante politólogo Benjamin Barber rescataba algunas de las características del internet que justamente ayudaban o no al proceso democrático de las naciones, más allá de lo que les guste o no a los gobiernos en turno. Entre ellas podemos decir que las redes permiten una interacción cívica real, aquella comunicación horizontal, punto a punto y sin mediadores; una participación de abajo hacia arriba, donde los temas y prioridades pueden proponerse en ese sentido en medio de una diversificación de contenidos y perfiles prácticamente infinita, lo que cuando eres candidato te ayuda y cuando eres Gobierno te exhibe.

Sin embargo, hay riesgos a los que estamos sujetos por la dinámica misma de las sociedades “offline” expresadas a través de las redes, entre ellos la imposibilidad de escuchar con verdadera atención a “la otra parte”. Es difícil que una persona busque pertenecer a un grupo que piense diferente. Un perfil promedio busca más elementos para confirmar su elección en cualquier ámbito, ya sea política, de moda, sexual o espiritual. Por lo tanto, los “diálogos” en las redes suelen convertirse en confrontaciones. 

Tenemos también que su gran virtud es otro gran problema: la inmediatez, esta necesidad de generar juicios rápidos e impulsivos sin la deliberación y prudencia necesarios en temas sociales o políticos. ¿Serán entonces las redes sociales el lugar ideal para promover la democracia, la tolerancia y la pluralidad; para discutir nuevas políticas públicas? Lo cierto es que son el medio que más crecimiento ha tenido y va a tener en la “nueva normalidad”.

Tal vez uno de los resultados positivos de esta nueva andanada desde el poder contra las empresas como Twitter o Facebook (que no se nos olvide que son corporaciones privadas, con todo lo que ello implica) sea la necesidad de que éstas generen mejores vías de participación por el bien de la democracia y la sociedad, transparentando en mayor medida sus formas de operación y haciendo un uso responsable y regulado de la información que poseen.

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* Maestro en Historia del Pensamiento.

Socio Director de FWD Consultores.