En Iguala, regresó “la maña”

 

A dos años de la desaparición de los normalistas, en Guerrero la delincuencia es dueña de las poblaciones


IGUALA.- “Lo que pasó con los de Ayotzinapa sólo nos vino a descomponer las cosas, porque aquí estábamos bien tranquilos”, dijo sin pensarlo, de botepronto, una mujer de unos 40 años que estaba sentada en una orilla del parque central de esta población guerrerense, a la que vecinos y autoridades locales llaman “la cuna de la bandera nacional y la Independencia de México”. El apellido hoy parece sarcasmo.

Antes de septiembre de 2014, las cosas estaban tranquilas, “sí, sabíamos que estaban los malos, pero no se metían con la gente de la calle, sólo se mataban entre ellos”, dice un comerciante que vive cotidianamente el acoso y la extorsión de los grupos delincuenciales de la zona.

A la tensión generada por la presencia de elementos del Ejército Mexicano en esta ciudad, ubicada a poco más de cien kilómetros de Chilpancingo, la capital del estado, se sumó el asesinato en julio pasado del presidente municipal de Pungarabato, Ambrosio Soto Duarte, del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Las investigaciones continúan; sin embargo, para los gobiernos federal y estatal este homicidio fue planeado y ejecutado por un grupo criminal que meses antes había amenazado al perredista.

Una vez más, Tierra Caliente enfrenta condiciones de vulnerabilidad y acoso creciente de grupos del crimen organizado que ante la presencia policial y militar tratan de recuperar el control de la zona.

Pueblo quieto

En Altamirano, el punto más norteño de Guerrero, a casi 300 kilómetros de Chilpancingo, pocas personas salen a las calles cuando anochece, aunque tratan de mantener su cotidianidad como si nada.

La “maña” –como llaman a los malos– hace sus rondas para recoger el dinero de comerciantes, restauranteros y cualquier negocio de la ciudad víctima de extorsión.

Hace tres meses asesinaron al presidente municipal, Ambrosio Soto Duarte, cuando regresaba de un viaje a Huetamo, del lado de la Tierra Caliente de Michoacán.

Al “Bocho”, como lo llamaban, lo mataron por no acceder al pago de tres millones de pesos que le exigieron por negarse a colocar como Tesorero y Director de Obras a gente vinculada con el crimen organizado.

La gente de a pie, esa que no tiene protección federal, supo que la situación iba a empeorar tras el crimen del alcalde, porque alteró la tensa calma después de las intensas movilizaciones de las fuerzas de seguridad tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y el intento de Héctor Astudillo de poner orden.

Poderes fácticos

Altamirano está en relativa calma, comparado con su vecino y conurbado municipio de Coyuca de Benítez, donde son constantes los hechos de violencia, secuestros y asesinatos.

Aquí sucede lo que en otras partes del país, los poderes fácticos rigen incluso la vida social, pues las mujeres violentadas por sus maridos golpeadores o borrachos no acuden a la autoridad, van con la “maña” para acusarlos y que los castiguen.

Opera un reducto de la “Familia Michoacana”, un grupo que encabezan Johnny Hurtado Olascoaga, a quien llaman “El Pez”, y su hermano José Alfredo (a) “El Fresa”, de quienes saben que están en Arcelia y sus operadores están en Coyuca.

Las medidas de control siguen en la carretera hacia Chilpancingo y pasando Arcelia, en Teloloapan (a escasos 70 kilómetros de Iguala), donde los retenes militares se separan menos de un kilómetro de los impuestos por los malos, aunque en la capital del estado las autoridades insistan en negarlo.

Cuentan que controlan todo y un día llegaron a la sucursal de una famosa refresquera simplemente para “comprarla”, despidieron a todo el personal y pusieron en su lugar a quien quisieron.

Cuna de la Independencia

A dos años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, el sentir de una parte de la sociedad igualteca sigue siendo de miedo. Pero hay muchas personas en la calle por la noche, aquí están.

“Para ver la realidad de Iguala quédese por lo menos una semana y verá que entre semana, a partir de las 9 de la noche nadie sale”, confiesa la mujer.

Algunas personas aseguran que en los primeros seis meses de la desaparición de los estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos, fue evidente la presencia de las policías estatal, federal, del Ejército, de la Marina, algunos se sentían más seguro, pero fueron meses en que aumentaron los homicidios y secuestros.

Como si la presencia de las fuerzas del orden, la detención judicial del exalcalde José Luis Abarca y su esposa, hubiesen motivado nuevas luchas entre bandas criminales por el control de esta ciudad, que sirve lo mismo como puerta de entrada hacia Tierra Caliente o como ruta de drogas hacia el norte del país, pasando por el sur del Estado de México, por el balneario de Ixtapan de la Sal.

Después de ese periodo y en la medida en que se fueron relajando las incursiones policiales y militares, los grupos criminales regresaron a las extorsiones y secuestros cotidianos, a los homicidios entre pequeños mercaderes de narcóticos y uno que otro ladrón de casas habitación que termina arrepentido ante el castigo que recibe de esa “maña” que hasta decide quién puede delinquir.