Fábulas infantiles, magia y vicisitudes forjaron el arte de García Márquez

 

* Hace un lustro falleció la máxima figura del realismo mágico  México, 17 Abr (Notimex).- La visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad, resultado de la crianza con sus abuelos maternos, hicieron de Gabriel García Márquez una de las máximas figuras del “realismo mágico” y estrella de la literatura universal. “Gabo”, como le decían […]


* Hace un lustro falleció la máxima figura del realismo mágico 

México, 17 Abr (Notimex).- La visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad, resultado de la crianza con sus abuelos maternos, hicieron de Gabriel García Márquez una de las máximas figuras del “realismo mágico” y estrella de la literatura universal.

“Gabo”, como le decían sus amigos y como acabó siendo conocido por el resto de un mundo fascinado por sus historias extrañas, surrealistas, abundantes, imaginativas y ricas, nació el 6 de marzo de 1928 en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana.

El mayor de los 12 hijos de Gabriel Eligio García, inmigrante asentado en Aracataca por la “fiebre del banano” desde el primer decenio del siglo XX, y Luisa Santiaga Márquez, Gabriel fue educado por sus abuelos maternos: el coronel Nicolás Márquez y su esposa Tranquilina Iguarán.

La vida al lado del coronel, que fue considerado por el autor como la figura más importante de su vida, así como doña Tranquilina, quien le contaba fábulas y leyendas familiares, le dieron a su carácter y mirada una visión fantástica del que surgió lo esencial del universo narrativo y mítico determinante en su vida literaria.

Las vivencias al lado del patriarca familiar y la abuela protectora se enriquecieron con el lenguaje y estilo de vida campirano, sumergidos en una casa llena de historias de fantasmas, premoniciones y signos que dieron rienda suelta a su imaginación.

En 1936 falleció Nicolás Márquez, por lo que el chico de ocho años tuvo que mudarse con sus padres a Barranquilla, donde realiza sus estudios básicos y también conoció a Mercedes Barcha, entonces de nueve años pero quien se convertiría en su esposa.

En 1940, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá donde terminó el bachillerato. Dos años después escribió unos sonetos y poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía: son uno de los pocos intentos del escritor por versificar. Un año después terminó sus estudios básicos con magníficas calificaciones.

Comenzó entonces sus estudios de licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, pero su deseo de ser escritor cada día se hacía mayor; lo emocionaba la idea de escribir con un estilo similar a las historias de su abuela.

Hizo sus pininos en el “El Espectador”, diario donde el 13 de septiembre de 1947 publicó su primer cuento, llamado “La tercera resignación”.

Pronto abandonó los estudios de Derecho y en un viaje a Barranquilla conoció a un grupo de reporteros; decidió instalarse allí y reorientar totalmente su vida al periodismo, por lo que entró a trabajar de columnista en “El Heraldo”.

En Barranquilla se instaló en un cuartucho de un edificio de cuatro pisos al que apodó “el rascacielos”, y ahí empezó a escribir su primera novela: “La hojarasca” que publicó en 1955.

Se reunió con un grupo de intelectuales integrado por Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista de gran formación al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirían en sus modelos literarios, entre ellos Franz Kafka, James Joyce y, muy especialmente, William Faulkner, Virginia Woolf y Ernest Hemingway.

Convencido por el poeta y novelista Álvaro Mutis, Gabo viajó a Bogotá, donde fue periodista y crítico de cine, lo que le permitió también continuar su carrera literaria y un año después publicó “Relato de un náufrago”, tras lo cual partió a Europa donde permaneció cuatro años.

Estuvo en Ginebra, en Roma y se instaló en París, donde a decir del propio García Márquez “vivió de milagros cotidianos”, pues enfrentó grandes penalidades económicas pese a que trabajaba día y noche. El hambre no lo quitó la inspiración y en ese lapso escribió “La mala hora” y “El coronel no tiene quien le escriba”.

Su estancia en Europa permitió a García Márquez ver América Latina desde otra perspectiva, resaltó las diferencias entre los países de ese subcontinente y adquirió mucho material para escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en la llamada “Ciudad luz”.

A finales de 1957 fue vinculado a la revista Momento y viajó a Venezuela, donde pudo ser testigo de los últimos momentos de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, hecho que le inspiró a escribir, 15 años después, “El otoño del patriarca”.

Ya padre de dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, en 1960 se mudó a Cuba, donde durante seis meses trabajó para Prensa Latina, agencia de noticias gubernamental que posteriormente lo envió a Nueva York como corresponsal, recorrió el sur de Estados Unidos.

Finalmente cambió su residencia a México, donde colaboró en las revistas La Familia y Sucesos, de las cuales fue director.

En 1963, Gabo consiguió trabajo como guionista, primero con “El gallo de oro”, que adaptó en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo.

Dos años después, García Márquez y Fuentes vuelven a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano.

Aunque dice no estar satisfecho de ninguno de sus trabajos cinematográficos, no obstante realizó otros guiones como “Tiempos de morir”, “H.O.”, “Patsy, mi amor” y “En este pueblo no hay ladrones”, una adaptación de la novela que lleva el mismo nombre.

Pero durante cuatro años (1961-1965) Gabo sufrió de una “esterilidad literaria” que lo llevó a la honda depresión y a vivir torturado.

En enero de 1966, Gabriel García Márquez comenzó la ardua labor de escribir una novela, cuya historia “le llegó” mientras viajaba de la Ciudad de México al puerto de Acapulco, y tras 18 meses de trabajar más de ocho horas diarias en su máquina de escribir, da vida a “Cien años de soledad”.

Se trata de la recreación del universo mítico que vivió García Márquez en su infancia durante el tiempo que vivió con sus abuelos maternos. “Cien años de soledad”, editado en junio de 1967, tuvo un éxito fulminante ya que en pocos días se agotó la primera edición y en tres años se vendieron más de medio millón de ejemplares.

En 1972 llegó otra de sus novelas más populares y que al igual que “El coronel no tiene quién le escriba”, fue llevada a la pantalla grande con la participación de la actriz griega Irene Papas: “La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada”.

Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana.

Su fama de escritor le permitió estrechar lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista, entre ellos el cubano Fidel Castro, el panameño Omar Efraín Torrijos, el venezolano Carlos Andrés Pérez, los sandinistas y con Hugo Chávez.

En 1982 la Academia Sueca le concede el Premio Nobel de Literatura, que además del reconocimiento ofrece un apoyo económico que en aquella ocasión fue de 157 mil dólares, con los que decide crear su propio periódico en Colombia al que llamo El Otro.

Durante las tres siguientes décadas escribiría cuatro novelas más, entre ellas “El general en su laberinto y “El amor en los tiempos del cólera” que recrea el difícil noviazgo de sus padres, así como dos relatos y tres volúmenes de cuentos, de los que sobresale “Doce cuentos peregrinos”.

En 1986, junto al director argentino Fernando Birri, a quien conoció en Italia, cumplió una vieja deuda con la tercera de sus pasiones y creó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, así como la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba.

Aunque ya no lo necesitaba económicamente y “para mantener el brazo caliente”, García Márquez se impuso la disciplina de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publicaba en diferentes periódicos.

Pese a que desde 1999 mantiene una lucha incansablemente contra el cáncer linfático, García Márquez continuó lleno de proyectos y demostró una admirable energía.

Es así como escribió “Noticias de un secuestro”, “Memoria de mis putas tristes” (2004), “Yo no vengo a decir un discurso” (2010) y “Vivir para contarla”, la primera de sus autobiografías que constaría de tres volúmenes.

Con el cáncer extendido a pulmones, hígado y ganglios. A las 14:30 horas del 17 de abril de 2014 falleció Gabriel García Márquez; la información fue dada a conocer por una periodista a través de Twitter, con permiso de su familia.

No hubo velorio y fue cremado con total discreción, mientras cientos de personas se acercaron a su casa a dejar flores y expresar su dolor. Colombia decretó tres días de duelo nacional.

 

NTX/SIA-JAC/EPT