“Cuando volvió el muchacho el viejo estaba dormido en la silla. El sol se estaba poniendo. El muchacho cogió la frazada del viejo de la cama y se la echo sobre los hombros. Eran unos hombros extraños, todavía poderosos, aunque muy viejos, y el cuello era también fuerte todavía, y las arrugas no se veían tanto cuando el viejo estaba dormido y con la cabeza derribada hacia adelante. Su camisa había sido remendada tantas veces, que era como la vela y los remiendos descoloridos por el sol eran de varios tonos. La cabeza del viejo era sin embargo muy vieja y con sus ojos cerrados no había vida en su rostro. El periódico yacía sobre sus rodillas y el peso de sus brazos lo sujetaban allí contra la brisa del atardecer. Estaba descalzo.
El muchacho lo dejó allí, y cuando volvió, el viejo estaba todavía dormido.
— Despierte, viejo –dijo el muchacho, y puso su mano en una de las rodillas.
El viejo abrió los ojos y por un momento fue como si regresara de muy lejos. Luego sonrío.
— ¿Qué traes? –pregunto.
— La comida –dijo el muchacho–. Vamos a comer.
— No tengo mucha hambre.
— Vamos, venga a comer. No puede pescar sin comer.
— Habrá que hacerlo –dijo el viejo, levantándose y cogiendo el periódico y doblándolo. Luego empezó a doblar la frazada.
— No se quite la frazada –dijo el muchacho–. Mientras yo viva no saldrá a pescar sin comer.
— Entonces vive mucho tiempo y cuídate –dijo el viejo–. ¿Qué vamos a comer?
— Frijoles negros con arroz, plátanos fritos y un poco de asado.
El muchacho lo había traído de la Terraza en una cantina. Traía en el bolsillo dos juegos de cubiertos, cada uno envuelto en una servilleta de papel.
— ¿Quién te ha hado esto?
— Martín. El dueño.
— Tengo que darle las gracias.
— Ya yo se las he dado –dijo el muchacho–. No tiene que dárselas usted.
— Le daré la ventrecha de un gran pescado –dijo el viejo–. ¿Ha hecho esto por nosotros más de una vez?
— Creo que sí.
— Entonces tendré que darle más que la ventrecha. Es muy considerado con nosotros.
— Mando dos cervezas.
— Me gusta más la cerveza en lata.
— Lo sé. Pero esta es en botella. Cerveza Hatuey. Y yo devuelvo las botellas luego.
— Muy amable de tu parte –dijo el viejo–. ¿Comemos?
— Es lo que yo proponía –le dijo el muchacho–. No he querido abrir la cantina hasta que estuviera usted listo.
— Ya estoy listo –dijo el viejo–. Solo necesitaba tiempo para lavarme.”
NTX/RML/LIT19