La guarida nacional – Veracruz

 

 Las distorsiones de Rafael Toriz Por Julián Crenier Veracruz, 31 jul (Notimex).― A sus 36 años, el escritor veracruzano Rafael Toriz ya cuenta con una obra literaria que va del bestiario, como es el caso de Animalia (2008), hasta propuestas narrativas más atrevidas como su más reciente libro: La distorsión (2019). A un mes de la presentación de este volumen, el […]


 Las distorsiones de Rafael Toriz

Por Julián Crenier

Veracruz, 31 jul (Notimex).― A sus 36 años, el escritor veracruzano Rafael Toriz ya cuenta con una obra literaria que va del bestiario, como es el caso de Animalia (2008), hasta propuestas narrativas más atrevidas como su más reciente libro: La distorsión (2019). A un mes de la presentación de este volumen, el autor accede a una entrevista para Notimex.

    ―¿Qué diferencias ve en el Veracruz de su infancia al de ahora?

    ―El Veracruz del presente, como el país entero, es un lugar más vil no sólo para vivir sino también para morir. Sin embargo la descomposición actual (en donde muchas veces la muerte no es sino la primera de una larga serie de fatalidades) nace y se desarrolla en aquellos años anteriores, donde privaron décadas de rapiña y corrupción, impunidad y mal gobierno.

   ―¿Cómo cree que ha influido el tiempo en su carrera? (Más allá de mejorar en su redacción o en ampliar su número de lecturas.)

    ―Dado que los libros propios y ajenos operan sobre el cuerpo como una suerte de materia encarnada que se transforma en el tiempo, diría que los años que han pasado desde que empecé a escribir me han dado perspectiva respecto a la multiplicidad de lecturas e intereses que me habitan, así como alguna especie de coherencia dentro de su desorden aparente. Como recomendaba Italo Calvino en sus propuestas para el milenio en el que estamos, creo que lo que escribo ha ganado en levedad, cosa que me tiene, por ahora, satisfecho. He hecho mías las palabras de Bruno Schulz cuando sostuvo aquello de que habría que madurar hacia la infancia. Y creo entender con claridad lo que señalaba el italiano: la fantasía es un lugar en el que llueve. 

    Se ha acuñado el término de bildungsroman (novela de formación) para referirse a los textos donde la moral y la psicología del personaje principal se van formando al mismo tiempo que se desarrolla la obra (normalmente de la juventud a la adultez). La crítica literaria podría encerrar a Toriz dentro de esta categoría, pero el autor desafía esta encapsulación académica y va más allá de la autorreferencialidad.

    ―Meter La distorsión a un grupo de obras como la autoficción o la antinovela me parece una salida fácil para la crítica, ¿pero se puede realmente escapar de dichas encapsulaciones, así como de las posibles influencias que tuvo?

    ―Dado que en el presente la crítica literaria en México se encuentra perdida y hasta desdibujada, el solo hecho de mencionar la palabra autoficción o antinovela me parece promisorio, al menos para tener un common ground para sentarse a platicar. Aunque se trate de conceptos manejados y barajeados más bien por los departamentos de marketing y prensa de las editoriales y de cierto periodismo cultural (desafortunadamente no estoy al tanto de los debates al respecto en la academia mexicana) creo que mi libro dialoga con la tradición de la autobiografía precoz, aunque experimentado con la forma narrativa y sugiriendo un planteamiento poco común. La distorsión, en su maleabilidad, no pretende escapar de sus probables influencias sino explicitarlas y dialogar con ellas. 

Baudelaire como cajero del Oxxo

Si bien es una obra donde describe una serie de sucesos que definitivamente fungieron un papel esencial en su formación personal, es difícil describirla simplemente como un mero recuento de anécdotas. Es el despertar de la rebeldía juvenil, del deseo sexual, del descubrimiento de nuevas formas para la expresión, tanto empíricas como artísticas. La prosa de Toriz está llena de ironía, irreverencia y malas palabras, aspectos que le dan una soltura natural que agiliza su lectura.

    ―¿Concibió la idea del libro antes de escribirlo o fue algo que salió naturalmente en el proceso?

    ―Empecé a escribir La distorsión con una beca del Fonca, por lo que tenía una idea proyectada de lo que quería hacer. No obstante, los cambios estructurales y su hechura final se dieron sobre la marcha.

    ―Entiendo que el libro está construido con base en apuntes y en recuerdos. ¿Le preocupó en algún momento la “traición” de su memoria o jugó con ello?

    ―No me preocupaba “traicionar” a la memoria, porque justamente creo que el recuerdo y la narración de lo vivido son ya un montaje y una representación posible entre una vastedad de opciones, de ahí la necesidad de escribir que toda vida y su relato entrañan un proceso ficcional. El libro y la memoria están abiertos a la interpretación (por eso se llama La distorsión y no Alta fidelidad). Puedo decirte, sin embargo, que traté de ser lo más fiel posible no a como las cosas sucedieron sino a lo que la voz que narra las historias sintió al momento de vivirlas o escucharlas. Como un muñeco de ventrílocuo, pero con vida propia.

    Narrada de una manera que a veces incluso se escapa de la cronología común, la obra muestra pensamientos que afligen e incomodan al escritor frente al crítico literario, al periodista y, principalmente, al mero acto de escribir. Es una conciencia que asedia sus reflexiones durante el libro.

    ―También arremete contra la figura del crítico y del periodista. Y creo que entiendo su punto, pues mucho del periodismo cultural y crítica que se hacía antes era hecho por los mismos artistas (dígase Borges, Bioy Casares, Elizondo, García Márquez…). ¿Cree que eso hace falta otra vez o que dichas figuras son obsoletas?

    ―Creo que la crisis de la que adolece el periodismo en todo el mundo no sólo tiene que ver con que antes estuviera hecho por profesionales que a la vez eran creadores, sino con un cambio estructural en las condiciones de producción y circulación de los textos: hoy nadie sobrevive con el periodismo cultural, que es un salvoconducto en línea recta a la pobreza.  Además, las maneras en que nos informamos en el presente así como el lugar de la reflexión y la crítica emanadas desde el lenguaje literario no ocupan un lugar preponderante en la sociedad contemporánea: tiene mucho tiempo que la gente encuentra otras maneras más veloces o de naturaleza aparentemente más eficaz para plantearse preguntas, resolver conflictos o ejercer ciudadanía. Se trata sin duda de una gran pérdida o en todo caso de la corrosión (que parece irreversible) de una herramienta muy valiosa sin la cual nos encontramos desvestidos, desesperados y confundidos: un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, que es como imaginar a Baudelaire despachando su miseria como cajero del Oxxo.

Inventar la propia salida

A través de la ruptura de las barreras entre géneros literarios como la novela y el ensayo, Toriz logra construir la figura del narrador y sus inicios que, así como muestra su desobediencia a la forma artística, también relata sus primeros encuentros carnales, con la pobreza, la música, el alcohol y las drogas.

    ―Es evidentemente un texto muy fresco. ¿Cree que la literatura se puede seguir renovando o que ya está todo hecho?

    ―En literatura, como en cualquier otro arte y oficio, todo está hecho y todo queda por hacerse.

    ―¿Cuál es su apreciación de la literatura nacional hoy en día?

    ―Creo que hay una variedad notable de propuestas, entre las cuales buena parte de las mejores, más intrépidas, extrañas o experimentales no llegan a dialogar con un público más vasto debido a la reproducción de los prejuicios y conflictos de clase del país, que impactan neurálgicamente el campo cultural, reproduciendo algunos de los peores vicios de la sociedad mexicana.

    ―¿Y la industria editorial? ¿Cuál es la mejor opción para los escritores que no cuentan con una casa editorial?

    ―Para bien, para mal y para peor, no existen recetas colectivas. Yo veo el ejercicio de la literatura como un oficio pero también como un arte, y aunque creo que es indispensable una conciencia gremial y de clase parte del desafío, en economías zozobrantes y miserabilistas como la de los “jóvenes” escritores, es inventar la propia salida, sobre todo porque no queda de otra.

    ―Si pudiera decirle algo al joven Rafael Toriz que va iniciando su carrera artística, ¿qué sería?

    ―Qué buena pregunta… Creo que le diría, si estuviera en una encrucijada decisiva, que tomara esta vez el otro camino: a ver qué historias trae consigo hacer las cosas caminando por otro sendero.

-Fin de nota-

NTX/JFC/VRP