LEZAMA LIMA, UN UNIVERSO PROPIO

 

Abrir un libro de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) es entrar a un universo nuevo, único, porque si en algo se puede estar de acuerdo es que su obra literaria no se parece a ninguna otra. Poseía un conocimiento inmenso de literatura, de música, de arquitectura o de pintura, de lo que dejó plasmadas […]


Abrir un libro de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) es entrar a un universo nuevo, único, porque si en algo se puede estar de acuerdo es que su obra literaria no se parece a ninguna otra.

Poseía un conocimiento inmenso de literatura, de música, de arquitectura o de pintura, de lo que dejó plasmadas múltiples referencias explícitas e implícitas en sus poemas y narrativa, géneros en los que son reconocidos como prodigiosos legados Muerte de Narciso y Paradiso, respectivamente.

También ensayista, autor de La expresión americana, Oppiano Licario, El reino de la imagen, La Habana y Fragmentos a su imán, entre otras obras, el escritor cubano es identificado como el más completo de la corriente neobarroca de su país, tendencia que también se dio en otras naciones latinoamericanas, de acuerdo con la tesis del escritor y crítico de literatura y de arte Severo Sarduy.

En charla con Litoral, Gonzalo Celorio, actual director de la Academia Mexicana de la Lengua, miembro de número de la de España y de la Academia Cubana de la Lengua, doctor en Literatura Iberoamericana y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, refiere que el poeta ha tenido una repercusión literaria hasta cierto punto limitada debido a varios factores, uno de los cuales es la complejidad de su obra. Incluso por lo mismo, un crítico literario llegó a decir que “leer la novela Paradiso es cumplir con el ritual de iniciación para leer Paradiso”.

Otro elemento que explica la escasa difusión de su obra dentro y fuera de su país natal, es la cierta marginalidad que vivió en diferentes aspectos tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, sobre todo a partir del discurso que dos años después daría Fidel Castro, tras una reunión con artistas e intelectuales de la isla, en el que expresó la reconocida frase: “dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada”.

Un aspecto que podría añadirse a los factores anteriores es que Lezama Lima dejó Cuba solamente en tres breves ocasiones, la primera cuando era niño y visitó con su familia Estados Unidos, la segunda para visitar Jamaica y la tercera en octubre de 1949 para conocer México. Incluso, difícilmente dejó su domicilio definitivo en La Habana, en la calle de Trocadero número 192, donde actualmente se erige el museo que lleva su nombre y es la casa donde vivió desde hasta su muerte.

Fue el alma creativa de la revista Orígenes junto con José Rodríguez Feo, publicación trimestral aparecida entre 1944 y 1956, que fue de gran impacto en la intelectualidad dentro y fuera del país y en torno a la cual se aglutinó toda una generación de brillantes escritores cubanos, como Cintio Vitier, Eliseo Diego, Ángel Gastelu o Fina García Marruz, lo mismo que se abrió a la colaboración de personajes destacados del país como Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamis, Samuel Feijóo, Eugenio Florit, Enrique Labrador Ruiz, Lydia Cabrera, Virgilio Piñera, Cleva Solís y otros muchos.

Pero además gozó de aportaciones internacionales de parte de Juan Ramón Jiménez, Aimé Cesaire, Paul Valéry, Vicente Aleixandre, Albert Camus, Luis Cernuda, Paul Claudel, Macedonio Fernández, Paul Eluard, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Alfonso Reyes y Theodore Spencer, entre otros.

Igualmente, sus números fueron ilustrados por destacados pintores cubanos como René Portocarrero, Wilfredo Lam, Amelia Peláez y Carmelo González Iglesias.

Lezama Lima fue muy querido por los jóvenes escritores de su época, quienes veían en él la sabiduría que le daban sus amplios conocimientos en diversas áreas y que hicieron que se desarrollara como un verdadero gigante narrativo y poético. Por sobre la impronta literaria que dejó entre quienes le rodearon, su obra es única, singular, porque no se parece a la de nadie más, sólo a la del propio Lezama Lima.

El ejemplo más reconocido es su novela Paradiso, que resultó absolutamente novedosa en el panorama literario hispanoamericano de la primera mitad del siglo XX, que se ofrece de una lectura muy compleja y de la cual uno de los primeros que reconoció su significativa dimensión en el panorama de la literatura de su tiempo fue Julio Cortázar.

Sin el texto escrito por el autor argentino la novela pudo haber pasado desapercibida o vista con recelo o incomprensión, porque es un libro de lectura densa, en el que las imágenes poéticas predominan sobre el discurso anecdótico o narrativo, en la que hay elementos normalmente ajenos a la novelística, como por ejemplo cuatro cuentos incrustados en la novela, apunta Celorio Blasco.

Tiene una prosa muy compleja, rica y poética, por lo que para su lectura no se deben prender las antenas que utilizan para una novela común, sino las de la poesía.

“No se trata de entender de manera racional y argumental lo que está sucediendo, sino dejarse llevar por esta especie de gran catarata, muy caudalosa, de la prosa… El protagonista fundamental de la novela Paradiso es el lenguaje, un lenguaje llevado a sus extremos poéticos, con una gran sensualidad, con una gran riqueza, con una gran imaginación”.

Esta obra, subraya, encaja muy bien con la tesis expuesta por Severo Sarduy en su texto Barroco y Neobarroco, en el que recuerda que el barroco fue una corriente estilística propia del siglo XVII que se profundizó para tomar carta de naturalización en América al grado de extenderse al XVIII. En el XX, en Cuba surge un estilo neobarroco a través de autores como Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante y el propio José Lezama Lima.

Una de las características que retoma el neobarroco del barroco es el sentido de la parodia, que no debe entenderse como la burla o el sarcasmo, sino como el regreso a los textos, un homenaje y a la vez una capacidad crítica, y ello se puede apreciar en la intertextualidad y en la intratextualidad de la obra literaria de Lezama Lima.

Asimismo, el barroco, que se caracterizó por su exuberancia, riqueza formal, horror vacui (horror al vacío), el contrapunto, la tensión dramática, el claroscuro o el erotismo, entre otros elementos, están presentes en la literatura cubana de la época, pero en particular en la de Lezama Lima.

De esta forma, en la obra neobarroca de Lezama, “el mundo referencial queda totalmente subsumido y sin importancia ante la creación de un nuevo mundo que se llama Paradiso”, finaliza Gonzalo Celorio.

NTX/RML/LIT19