RAYMUNDO ISIDRO ALAVEZ O TRADUCIR A LENGUAS ORIGINALES

 

El principito, la obra universal legada por el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry cuenta con versión en hñahñú (otomí) gracias al trabajo del traductor Raymundo Isidro Alavez, original del estado de Hidalgo y quien cuenta con maestría en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM, institución educativa donde imparte cátedra y quien ha recibido […]


El principito, la obra universal legada por el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry cuenta con versión en hñahñú (otomí) gracias al trabajo del traductor Raymundo Isidro Alavez, original del estado de Hidalgo y quien cuenta con maestría en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM, institución educativa donde imparte cátedra y quien ha recibido cursos de traducción en el Centro Internacional de Banff, Canadá.

De esta forma, el trabajo realizado por el maestro universitario se suma a los más de 250 idiomas y lenguas a los que se ha traducido dicha obra, y que incluye versiones en maya de Yucatán y, muy recientemente, al totonaco. En otomí lleva por título Ra Zi Ts´u nt´u dänga ndä.

En charla con Litoral, Isidro Alavez explicó que esta traducción, como otras que ha hecho e incluye a La visión de los vencidos, de Miguel León-Portilla; Aura, de Carlos Fuentes; El llano en llamas, de Juan Rulfo, y obras de Octavio Paz, como Árbol adentro; además de participaciones en las ediciones especiales El Quijote políglota y El Quijote universal, de Miguel de Cervantes Saavedra, y una versión para niños de El principito, tiene en el fondo su amor y orgullo a su cultura otomí.

Los trabajos que ha hecho tuvieron como origen su interés por contar con material para las clases que da de hñahñú en el Centro de Enseñanza de Idiomas de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que ha impartido ya durante 20 años y donde empezó a empezó a trabajar con textos y poesías de su propia creación, y ahora cuenta incluso con un coro en esa misma lengua.

Pero su trabajo ha rebasado esa primera intención para ampliarse al gusto de difundir su cultura y hacer llegar a su lengua y dar a conocer entre su gente obras trascendentes de la literatura mundial.

En ese sentido, la primera obra que tradujo fue La visión de los vencidos, de León-Portilla, una coedición de la Universidad Autónoma de Hidalgo y la UNAM, volumen que destaca la participación del pueblo otomí en la resistencia a la colonización española encabezada por Hernán Cortés, con el objetivo directo de levantar la autoestima del pueblo hñahñú; continuó con El llano en llamas, de Juan Rulfo, que tiene un lenguaje más campirano, cercano al pueblo otomí, y continuó con Aura, de Carlos Fuentes, en el que ya se maneja un lenguaje más urbano, con el reto que ello representa. Estas dos piezas fueron publicadas por la UNAM y que han tenido buena demanda.

Su trabajo lo organiza así: estudia muy bien la obra que va a traducir, es decir la lee varias veces, profundamente; investiga todo lo que puede sobre su autor, su vida, otras obras; y busca lo necesario que se ha escrito sobre ese escritor y la pieza, para tener el panorama más completo y encontrar las palabras más adecuadas, de acuerdo con el contexto del autor, su etapa de vida y las lecturas que pueden hacerse de su trabajo, de las palabras o imágenes que utilizó.

Al precisar sobre su traducción de El principito, explica que al final de su participación en un conversatorio, se le acercó una persona que luego supo era Jacques Galinier, un antropólogo francés, con estudios de posgrado por la Universidad de París, sede en Nanterre, y especialista en la cultura otomí, y tras intercambiar opiniones y consejos, se decidió por traducir la obra de Antoine de Saint-Exupéry, pues además le significó un plus, por los valores que difunde, como son el amor, la amistad, la disciplina, el respeto y otros.

Para esta obra, que contó con el apoyo en la traducción de la también experta en cultura hñahñú, Verónica Kugel, se obtuvieron gratuitamente los derechos de las ilustraciones originales de la primera edición de la obra del escritor y piloto francés. El trabajo fue publicado en Francia y su primera presentación se hizo en diciembre de 2011, pero para el año siguiente ya se tenían 23 más.

La tarea no era fácil y el principal obstáculo a vencer fue el lenguaje, pues en el otomí no existen algunas de las palabras que se utilizan en francés, y por supuesto en español. Así que lo que se hizo fue utilizar un grupo de palabras para describir ciertos objetos. Por ejemplo, sofá, entonces se buscó un mueble con esas características, que en este caso fue una banca, pero precisando que es larga y cómoda.

Otra opción fue utilizar neologismos, es decir crear una palabra que tenga raíz hñahñú y sea complementada con terminaciones de la lengua para que se entienda que es como una banca, pero con características nuevas o diferentes.

Isidro Alavez anota, por último, que posteriormente se publicó una versión trilingüe de El principito, en otomí, español e inglés, porque entre la población de esa cultura ha habido mucha migración y algunos cuando regresan a su tierra, para visitar a su familia, ya entienden mejor el idioma sajón, y de esa forma tienen un libro con un idioma de sus raíces ancestrales, otro del español de México y uno más del que hablan comúnmente.

 

NTX/RML/LIT19