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TRAS EL RECONOCIMIENTO DE LAS LENGUAS Y CULTURAS INDÍGENAS Hace 22 años entró en funcionamiento el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI) en Chiapas, que surgió tras la firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, en el marco de la negociación de la paz en Chiapas; su cometido: impulsar el reconocimiento, […]


TRAS EL RECONOCIMIENTO DE LAS LENGUAS Y CULTURAS INDÍGENAS

Hace 22 años entró en funcionamiento el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI) en Chiapas, que surgió tras la firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, en el marco de la negociación de la paz en Chiapas; su cometido: impulsar el reconocimiento, la valoración, el respeto y el desarrollo de las lenguas y culturas de los pueblos indígenas.

A la fecha hay mucho camino por avanzar con miras a fortalecer una política cultural integral e incluyente que favorezca el diálogo intercultural y, en consecuencia, la convivencia armónica, pero el trabajo y entusiasmo de sus colaboradores no ha sido en vano, así lo evidencian algunos programas en marcha que impactan directamente a las comunidades.

José Daniel Ochoa Nájera, jefe del Departamento de Investigación en Lenguas y Artes del CELALI, recuerda que desde su nacimiento (19/07/97) el Centro ha trabajado para impulsar la enseñanza de las lenguas indígenas, la formación de artistas, pintores y literatos, la investigación y la traducción, ámbito en el que su primer gran reto fueron los Acuerdos de San Andrés, escritos en español, pero además en un lenguaje muy político y castrense.

Fue así que primero tuvieron que hacer un ejercicio comprensivo desde el español, para luego llevar su contenido a las lenguas indígenas; allí se dieron cuenta de que hacer un trabajo literal en estas lenguas no alcanzaba para hacer llegar la información a las comunidades, así que emprendieron otros procesos que les permitieran tener presencia en ese mundo desde su lengua y diversidad.

En charla con Litoral, Ochoa puntualiza que el aprendizaje fue que no debían poner énfasis en el aspecto lingüístico sino en el proceso socio histórico de dichos acuerdos y para lograrlo se hicieron acompañar por lingüistas, pero sobre todo por las propias comunidades de hablantes; campesinos, amas de casa, etcétera.

El resultado fue una traducción publicada en 10 lenguas distintas y la comprensión de que la traducción para las lenguas indígenas es todo un arte, visto éste como la idea de un proceso emancipatorio, porque les dio la oportunidad de ir a buscarse a sí mismos.

Entendieron que su trabajo había propiciado una oxigenación de las lenguas, asfixiadas por el yugo lingüístico del castellano; que representaba un respiro, la oxigenación del pensamiento y, al mismo tiempo, un proceso de búsqueda del sujeto, de encontrarse con su historia, en la de los acuerdos de San Andrés, y en la de los propios sujetos, en su sentido comunitario.

“El ejercicio de la traducción es interno, es de búsqueda de la conciencia de la lengua y de lo que somos nosotros, aplica para textos, pero también para procesos”, afirma Ochoa, quien recuerda que otra experiencia fuerte ha sido su intento por traducir la obra de Paulo Freire, autor de la obra La educación como práctica de la libertad.

En ese sentido, ponderaron qué era lo que Freire les aportaba para comprenderse en sus propias comunidades y no buscaron una traducción literal; una vez que hicieron eso pudieron llevar esas reflexiones al plano de la comunidad y comenzar a pensar en procesos educativos, preguntarse para qué van a la escuela sus hijos y empezar a cuestionar la educación que se tiene, lo cual fue abriendo muchas oportunidades.

Lo que queda a 22 años es el aprendizaje, pero también el compromiso de preguntarse cómo han llegado hasta ahí y qué hacer ahora, porque consideran que ha llegado el momento de construir contra narrativas.

Por ejemplo, en lenguas indígenas falta mucho material infantil y lo que se hace es crearlo, algunas veces son obras de otros lados que se publican en lenguas indígenas, no está mal, pero ¿cuál es el impacto en la comunidad? Lo que ellos proponen, dice, es que sean los propios niños quienes se vuelvan los autores de los textos.

El Centro hace la traducción, la transcripción y los mismos niños lo ilustran para su publicación, eso es algo que empezaron a desarrollar en 2012 y el año pasado lo llevaron a estudiantes de bachillerato con gran resultado; los primeros sorprendidos fueron los maestros de la escuela, que no lo podían creer porque no estamos educados para mirar al otro.

En ese sentido, dice, trabajan en recuperar el contenido semántico esencial de lo que es la educación, ser y aprender con el otro, pero para eso necesitamos mirarlo, reconocerlo, y eso en el contexto indígena es aún peor, cuando vivimos en un lenguaje carente de fraternidad, de humanidad, y no importa si se habla español o lenguas indígenas, urge reeducarnos a partir de nuestras formas de hablar.

Cambiar la forma de actuar y dejar de pensar que los problemas son de otros; quizá desaparezca la diversidad lingüística pero el verdadero peligro es que se pierda la humanidad, alerta el especialista quien visitó la capital mexicana para participar en el Congreso Nacional de Traductores en Lenguas Indígenas, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

NTX/MCV/LIT19