9 cambios de hábitos para ser un godín saludable

 

Casual: Trabajas de 9 a 6 y no tienes tiempo para nada, pero...


POR ROGER VELA

La vida en la Ciudad de México es rápida. No importa en qué trabajes, siempre estás presionado. El pesado tránsito y la dinámica laboral han afectado nuestra forma de comer, y es que no ingerimos alimentos con la finalidad de nutrirnos, sino para llenarnos hasta casi reventar. Creemos que esa sensación de no poder ingerir un bocado más es señal de que hemos comido bien. Luego viene la pesadez; luego, la enfermedad.

Y es que nuestro estilo de vida nos ha llevado a tener pésimos hábitos. Trabajamos en una oficina de nueve a seis, y a veces debemos comer en 15 minutos y regresar a aplastarnos frente a una computadora por horas. ¿Qué podemos comer en tan poco tiempo? Hay múltiples respuestas: tacos, tortas, tostadas, hamburguesas, quesadillas, gorditas. Todo mezclado con un refresco con el objetivo de que la comida baje hasta el estómago.

Nuestra ingesta diaria de azúcares y carbohidratos, sumados a nuestra vida sedentaria y al estrés, se vuelve una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento en forma de diabetes o una enfermedad cardiovascular.

¿Pero cómo podemos cuidarnos? ¿Cómo cambiar nuestros hábitos alimenticios sin sacrificar el sabor? ¿Qué alternativas tenemos para comer más sano y evitar que la bomba estalle?

Puedes seguir el ejemplo de Carlos, un oficinista que podrías ser tú; que lo mismo da si trabaja en Santa Fe o en la colonia Roma o la Del Valle, en la Ciudad de México. Él no vive cerca de su oficina, tarda una hora y media en llegar al trabajo, no hace ejercicio (¿a qué hora?), tiene sobrepeso y casi a diario debe quedarse horas extras, a veces por la carga de trabajo, aunque generalmente porque debe esperar a que el tránsito vial baje a niveles aceptables para emprender el camino de vuelta a casa.

En ocasiones baja a comer a los puestos que están sobre la acera de su oficina; otras, acude con sus compañeros al local de comida corrida que está casi en la esquina, y a veces come en su escritorio frente a su computadora. ¿Te suena familiar? Sí, ese Carlos puedes ser tú.

1. Te levantas a las 6:30 a.m. Lo primero que haces al abrir los ojos es ver tu celular y revisar tus redes sociales, te enteras de las noticias del día en Twitter, de lo felices que son tus amigos en Instagram –obvio, sus fotos de #foodporn te abren el apetito– y ves los memes del día anterior en Facebook. Después de unos minutos, checas la hora y ya es tarde.

Te metes a bañar apresuradamente, pero no puedes iniciar el día sin café y decides prepararte uno: una cucharada de Nescafé y dos de azúcar.

Si bien a esa hora del día el azúcar que consumes no es tan dañina, debes moderar la dosis, o la puedes reemplazar por café orgánico y stevia, un sustituto del azúcar que no tiene calorías que proviene de la planta Stevia rebaudiana y que puedes conseguir en casi cualquier tienda de autoservicio; aunque lo más recomendable es conseguir la planta, sembrarla en una maceta y usar las hojas al hervir el agua de tu café, que de preferencia debe ser de grano y no instantáneo.

 

2. Finalmente sales y pides un taxi para llegar más rápido al Metro; te subes entre apretujones. Hora y media después llegas a la oficina, te acomodas en tu lugar, prendes tu laptop y comienzas a planear tu jornada laboral. Aún tienes sueño. El café de tu casa no logró el efecto esperado (¿ves por qué no debe ser instantáneo?).

Decides bajar por otro y algo de comer: una dona, porque si no “no sabe” el cafecito, además pides unos chilaquiles servidos en un plato de unicel acompañados de un bolillo.

Eso lo puedes suplir con un lunch preparado desde un día antes. Lo más práctico siempre es un sándwich de pan integral, con verduras –lechuga, zanahoria, pepino, por ejemplo– y algún alimento de origen animal –jamón de pavo, pechuga de pavo, queso panela– y poca mayonesa, acompañado con agua natural que puedes transportar en cualquier botella, así evitarás comprar a cada rato agua embotellada y generarás menos basura plástica. Ahora que si eres de los que no aman beber agua natural, consigue una botella reutilizable que tenga división en medio especialmente para hacer infusiones de frutas y yerbas. Hay mil combinaciones: limón con pepino y menta, fresa con kiwi y yerbabuena, mango con jengibre o manzana con canela y romero. Si las dejas reposar toda la noche, sólo con las frutas picadas, el sabor de estas impregnará el agua y no necesitarás un gramo de azúcar para tener una bebida deliciosa. Así regresas a trabajar con el estómago contento y el cuerpo menos contaminado.

 

3. Son las 12 p.m. Todavía no bajarás a comer porque es muy temprano y aún no acabas el reporte que tu jefe te pidió. Sin embargo, es la hora en que Laura, la chica de recursos humanos, pregunta –como todos los días a esta hora– si alguien quiere algo de allá abajo porque irá por su tradicional jugo de toronja con zanahoria.

Le pides que te traiga una Coca Cola con un coctel de frutas que incluya sandía, melón y papaya, acompañado de crema batida, avena, yogurt y la infalible crema chantilly. Algo que consideras saludable para esta hora del día, pero que lamentablemente no lo es.

Sustitúyelos por agua simple y frutas picadas, como jícamas, pepinos o zanahorias. Incluso el coctel no es malo si la ingesta es moderada y le quitas el chantilly, la crema batida y el yogurt.

 

4. Por fin terminaste el primer reporte que te pidieron. Ya estás un poco más relajado y los pendientes no urgen. Son casi las 3 p.m. Vas a comer con tus compañeros con doña Cecy, la dueña de una cocina económica que llegó a la zona hace 12 años, un mes después de que se abrió el corporativo en el que trabajas.

Pides el menú ejecutivo: consomé de pollo, que acompañas con tortillas en el primer tiempo; arroz con un huevo estrellado en el segundo y milanesa empanizada con ensalada en el tercero. Todo acompañado con agua de limón con chía, muy dulce. La especialidad de doña Cecy: mucha grasa y carbohidratos.

Puedes reemplazar el arroz por ensalada, y comer una pechuga asada en el plato fuerte acompañada de frijoles o verduras, no papas. También es recomendable no abusar de las tortillas por muy difícil que sea; dos es una cantidad razonable para una alimentación sana.

 

5. Regresas con un poco de culpa porque la milanesa la comiste sólo con tortilla, casi sin usar los cubiertos. Aflojas tu cinturón y metes la hebilla en el agujero de al lado con el fin de estar más cómodo.

Son las 6 de la tarde, está por concluir tu jornada laboral y antes de que Facebook te lo indique, Daniela, la diseñadora, llega con un pastel porque hoy es cumpleaños de Víctor, el chico de redes, que de manera incómoda comienza a acompañar “Las mañanitas” que le cantan en la oficina.

Es un delicioso pastel con tres tipos de chocolate: blanco, negro y dulce, que comes con un tenedor sobre una servilleta y bajas con otro cafecito.

Sustituye el pastel por una gelatina que, aunque igual le ponen una cantidad de azúcar considerable, tiene menos que el pastel y evitas las grasas innecesarias que este contiene. No obstante, puedes consumirlo si se trata de una ocasión especial, lo recomendable es no hacerlo frecuentemente. ¿Qué tal buscar una alternativa vegana? Los pasteles veganos no usan mantequilla, leche ni huevos, y muchas veces es fácil encontrarlos sin azúcar añadida, es decir, preparados sólo con fruta o cocoa natural.

 

6. Por fin terminó tu día, pero tus compañeros quieren seguir festejando a Vic “como se merece”, y como es jueves de promoción de alitas, deciden ir a las que están a unas cuadras de la oficina. Piden 30, la mitad bañadas en salsa BBQ y las otras con salsa Hot; con el propósito de complementar, un aderezo Ranch y papás a la francesa porque se vale consentir al festejado.

Puedes reemplazar el establecimiento de alitas por uno de mariscos en donde sirven platillos que contienen los ácidos grasos que el cuerpo necesita, y que no producen tantas grasas dañinas para tu organismo. La otra opción sería abstenerse de festejar a Vic o pedir una ensalada, aunque eso suena menos divertido.

 

7. Aunque mañana hay trabajo, te permites pedir un tarro de cerveza oscura de litro. A la mitad del festejo piden otro.

Suple la cerveza con whisky. Si bien el consumo de alcohol nunca es recomendado, el whisky es la bebida que menos calorías tiene, siempre y cuando sea sin refresco y servido únicamente con hielos.

 

8. A las 9:45 de la noche, la mayoría decide irse a su casa. Caminas al Metro; subes, nuevamente entre empujones. Llegas a tu casa casi a las 11 p.m. Entras a tu cocina y tomas un vaso de agua casi de un trago, es el primero que bebes en el día. Eso no lo debes sustituir, pero te aconsejamos tomar al menos ocho al día.

 

9. Aunque puedes cenar unos tacos de vez en cuando (de preferencia a la parrilla y con una sola tortilla) y tomar alguna cerveza, si lo haces a diario tu salud te pasará la factura. ¿Qué tal cenar un rico alambre –sin tocino– y con una sola tortilla? El pan dulce con leche definitivamente sácalo de la lista pues el azúcar en la noche te puede provocar insomnio.

Nadie está hablando de estar a dieta, sino de hacer modificaciones en los hábitos de alimentación, en el estilo de vida; cambios con los que te sientas cómodo porque deben ser de largo plazo. El objetivo es que la bomba de las enfermedades no explote.