Cinco poemas de Edgar Allan Poe a 167 años de su muerte

 

Su fallecimiento aún es un misterio


Uno de los mejores cuentistas de terror encontró la muerte, en medio del misterio, un día como hoy hace 167 años.

Su cuerpo fue encontrado en Baltimore, Estados Unidos, usando ropa que no le pertenecía. Numerosas hipótesis surgieron en torno a su fallecimiento, entre las que destacaron asesinato e intento de suicidio.

El escritor de “El gato negro” y “Los crímenes de la calle Morgue” nació en Boston, en 1809 y fue 40 años más tarde cuando su vida encontró su desenlace.

Aquí un fragmento de cinco de sus poemas:

El Cuervo:

Cierta noche aciaga cuando, con la mente cansada,

meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral

y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,

como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.

“Es un visitante -me dije- que está llamando al portal.

Sólo eso y nada más.”

Solo:

Desde mi hora más tierna no he sido

como otros fueron, no he percibido

como otros vieron, no pude extraer

del mismo arroyo mi placer,

ni de la misma fuente ha brotado

mi desconsuelo; no he logrado

hacer vibrar mi corazón del mismo modo

y, si algo he amado, lo he amado solo.

Los espíritus de los muertos:

Tu alma se encontrará sola,

cautiva de los negros pensamientos

de la gris piedra tumbal;

ninguna persona te inquietará

en tus horas de recogimiento.

La durmiente:

Era la medianoche, en junio, tibia, bruna. 

Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,

que de su blanco disco como un encantamiento

vertía sobre el valle un vapor soñoliento.

Dormitaba en las tumbas el romero fragante,

y al lago se inclinaba el lirio agonizante,

y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,

las ruinas descansaban en vetusto reposo.

¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,

dormita entre las sombras con lento cabeceo,

y del sopor consciente despertarse no quiere

para el mundo que en torno lánguidamente muere.

¿Deseas que te amen?:

¿Deseas que te amen? No pierdas, pues,

el rumbo de tu corazón.

Sólo aquello que eres has de ser

y aquello que no eres, no.

Así, en el mundo, tu modo sutil,

tu gracia, tu bellísimo ser,

serán objeto de elogio sin fin

y el amor… un sencillo deber.