¿Por qué las mujeres desean más a los padres?

 

Soy una firme creyente de que somos productos sociales


¿Nunca te ha pasado, querida lectora, que cuando un hombre se convierte en padre lo encuentras más sexy? Supongo que el mecanismo es parecido a cuando alguien a quien ya considerabas guapo se casa y después de firmar el contrato nupcial parece volverse irresistible: debe tener algo que ver con que se vuelve, oficialmente, prohibido.

Soy una firme creyente de que somos productos sociales y de que mucho de lo que encontramos atractivo en el sexo opuesto (o en el mismo, según la preferencia sexual de cada quien) está determinado por la época y la sociedad en que vivimos. Sin embargo, no puedo negar que el deseo sexual también está dirigido, en mayor o menor medida, por determinantes biológicas que lo único que persiguen es la supervivencia de la especie.

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Supongo que los impulsos biológicos primarios nos traicionan cuando de mirar a un padre se trata. Obviamente, la capacidad para procrear se confirma, lo cual enciende en nuestra hembra primitiva la alerta de que es un buen candidato para nuestra propia reproducción. Por otro lado, fíjate en lo que sucede cuando ves a un hombre con carriola y pañalera caminando por la calle. Quizás lo observes con más detenimiento, y si es guapo, ¡estás perdida! Ya no podrás quitarle la vista de encima en el parque, en el centro comercial o el restaurante.

Este tipo de escenas no se veían un par de generaciones atrás. Los padres eran incapaces de salir solos con sus bebés, y las madres –aceptémoslo también– no confiaban en ellos para llevar a los críos ni a la esquina. Hoy en día, afortunadamente, es mucho más común que los hombres anden con sus hijos por todas partes, incluso ya hay espacios para cambiar pañales en los baños de varones, instalaciones que, absurdamente, sólo existían en los baños de mujeres.

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La hembra primitiva, decíamos, se pone alerta cuando ve estas figuras masculinas que llevan en brazos a sus retoños. Esa hembra piensa: “¿Qué puede ser más sexy que un varón capaz de procrear y que además se involucra en los cuidados de las criaturas? ¡Nada! ¡Ve por él!”, o algo por el estilo.

No digo que todas tengamos que lanzarnos como locas, irrefrenablemente, a seducir a esos padres urbanos y modernos que cada vez están más dispuestos a demostrar su capacidad de cuidado y ternura. Tampoco digo que debamos dejarnos llevar sólo porque alguien parece ser un buen padre y confundir el deseo con la ¿admiración?, ¿aprobación?, ¿proyección-de-nuestro-deseo-de-formar-una-familia? Me refiero, más bien, a que, aunque no me guste, la figura de un hombre protector resulta tan atractiva porque viene de lo biológico, de lo evolutivo, más que de lo social, aunque socialmente también es una característica altamente apreciada.

Una duda que aquí me surge, porque nunca he estado en esa situación, es qué piensan las mujeres sobre los padres de sus propios hijos. ¿Se vuelven igual de atractivos instantáneamente? A juzgar por las historias sobre las dificultades del sexo después del primer bebé, no suele ser esa la realidad. ¡Cómo nos juega chueco la naturaleza! Nos alinea todo el organismo para concentrarse en buscar el mejor individuo para reproducirnos, y una vez que lo hemos hecho, pone un freno a toda la diversión.

Conformémonos, pues, con admirar de lejecitos a esos hombres que comienzan a ejercer de nuevas maneras su paternidad. Se vale hasta fantasear con ellos, total, en el mundo de lo irreal cualquier cosa es posible, incluso que Ricky Martin, una mañana cualquiera, después de dejar en la escuela a sus hermosísimos gemelos, se vuelva un poquito heterosexual.

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GG