Papás, la importancia de estar en redes sociales

 

Autor del texto en la Revista Cambio: Carlos Tomasini Martha dice que su hija de 17 años le cuenta todo. La ha criado como madre sola y se comunican muy bien… bueno, solamente hay una cosa que jamás le comparte: el teléfono celular. Mientras muestra en su iPad el perfil de Facebook de su hija, […]


Autor del texto en la Revista Cambio: Carlos Tomasini

Martha dice que su hija de 17 años le cuenta todo. La ha criado como madre sola y se comunican muy bien… bueno, solamente hay una cosa que jamás le comparte: el teléfono celular.

Mientras muestra en su iPad el perfil de Facebook de su hija, en el que tiene casi mil contactos, Martha, que se dedica al comercio, comenta: “Es su privacidad y no me puedo meter con eso, aunque a veces sí me gustaría saber de qué platica con sus amigos en privado”.

La comunicación que hay entre las dos le da confianza para poder respetar la “privacidad digital” de su hija y, de paso, vencer su curiosidad y lo que ella llama “celos de madre”.

A propósito de esto y tras los hechos trágicos en los que un adolescente disparó a su maestra y compañeros en una escuela privada de Monterrey, Nuevo León, Javier Matuk, director del portal unocero.com y pionero en México del periodismo sobre tecnología, opina que la comunicación entre padres e hijos es tan importante en las redes sociales como en el mundo offline.

“Los papás (y mamás) desconocen lo que pasa en los teléfonos de los hijos (e hijas) de manera proporcional a lo que saben de ellos en la vida real”, destaca el también padre de familia.

Jorge, padre de un estudiante de 19 años, vive una situación diferente: “Yo no tengo Facebook ni nada, casi no uso el plan de datos de mi teléfono porque está caro y solamente tengo acceso al e-mail en mi oficina, así que cuando mi hijo me habla de estas cosas, honestamente no le entiendo mucho”.

En los últimos años, las brechas generacionales se han abierto más entre aquellas personas que tienen un menor dominio de la tecnología y los nativos digitales, pero cerrar esas distancias podría ser relativamente fácil y, al mismo tiempo, importante para garantizar la seguridad de las y los adolescentes que pasan la mayor parte de su día conectados a internet a través de diversos dispositivos.

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Eliminar la brecha

Parece que aquellas frases como “Yo ya estoy grande, por eso no le entiendo a las redes sociales”, “Dile a mi hijo que te explique cómo prender la televisión porque yo no sé” o “Hija, paga en internet el recibo de la luz porque yo no sé” no deben ya formar parte del vocabulario de los padres y madres, ya que ellos son quienes deben guiar a sus hijos en todos los aspectos, incluyendo las herramientas tecnológicas.

Francisco Rodríguez, director del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara, advierte que las madres y padres de familia tienen la obligación de actualizarse e incorporar en su vida el uso de las nuevas tecnologías al mismo ritmo que lo hacen sus hijos.

“Esto permitirá que puedan tener una visión más crítica entre lo que los hijos están consumiendo a través de diferentes materiales comunicantes, como las caricaturas, los videojuegos, las películas, las series, las redes sociales o las páginas de internet”, explica el psicólogo.

Y es que los niños y jóvenes ya no solamente usan la tecnología con fines de entretenimiento, como era hasta hace unos años con los videojuegos o, en tiempos más recientes, con herramientas como YouTube o Facebook, sino que ahora también sirve para hacer tareas, relacionarse con otras personas y mantenerse informados.

“De ahí la importancia que los padres puedan, primero, actualizarse, y luego, sin llegar a tener una actitud de espionaje o de intervenir en los elementos de la vida privada del joven, empezar a tratar de intercambiar información que le permita generar un límite saludable con su hijo”, recomienda.

Sí, los padres deben aprender a usar la tecnología, cualquiera que esta sea, para poder guiar a sus hijos… y no al revés.

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Tecnología sin culpa

No hay recetas mágicas para proteger a niños, niñas y jóvenes de los contenidos o contactos de internet que puedan llegar a ser peligrosos, ya que las madres, los padres o el profesorado, si cuentan con la preparación correcta al respecto y gozan de la confianza de hijas, hijos y estudiantes, podrán cuidarlos de cualquier riesgo, al igual que sucede en otros aspectos de la vida. ¿Quién permitiría que su hijo entre en un callejón oscuro o ponga la mano sobre la estufa encendida?

“Aquí aplica el dicho ‘el que busca, encuentra’; es decir, los contenidos están ahí en la red, y para acceder a ellos solamente es necesario buscar también en internet las instrucciones para entrar. Es muy fácil echarle la culpa a la tecnología y acusar a un grupo de Facebook o una página web (de algo como lo ocurrido en Monterrey) cuando alguien no entiende de qué se trata”, reitera Matuk.

La tecnología facilita el acceso a todo tipo de información, pero el mal uso de esta de parte de niños y jóvenes depende de muchos factores externos.

“Es un problema complejo porque implica a los valores, a los modelos educativos, a la crisis económica que obliga a los padres a trabajar y tener muy poco tiempo para estar con lo hijos y hasta a las influencias de terceras personas”, asegura Rodríguez.

Es por eso que, a mayor conocimiento de las herramientas tecnológicas por parte de los padres y profesores, mayor será la protección que le podrán brindar a los niños y jóvenes que las utilicen.

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Los grupos de internet

Según el ambiente en el que las personas se desenvuelven, siempre hay un personaje que destaca o intenta destacar para convertirse en el transgresor, en aquel que rompe las reglas, como el compañero de la secundaria de hace 20 años que conseguía revistas pornográficas y lograba colarlas hasta el salón de clases.

“Hoy, ese es el tipo de personajes que crean grupos de internet de cualquier tema que pueda resultar incómodo y que gana cierto ‘prestigio digital’ y social cuando logra reunir a miles de seguidores”, describe Matuk.

Y la mejor manera de reunir a un mayor grupo de personas es tratar temas polémicos o socialmente prohibidos, que van desde extraterrestres o contenidos censurados, hasta racismo, pornografía infantil o tráfico de armas, solo por mencionar algunos ejemplos existentes en la red.

“Para algunos miembros de estas comunidades es una broma, pero su impacto puede derivar en que otros usuarios no distingan entre el juego y la realidad, y creer que su mensaje de odio es auténtico y debe ser llevado a la práctica”, advierte la Unidad de Inteligencia Cibernética de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México.

Por la naturaleza de internet, y en especial de las redes sociales, los grupos se forman de manera natural, ya que cada usuario decide a quién seguir y a qué grupo pertenecer. ¿Pero cómo se decide esto?

Sentido de identidad

Las niñas, niños y jóvenes están en una búsqueda constante de identidad, lo cual no es nuevo, porque ha pasado desde el inicio de los tiempos y se ha expresado en fenómenos como las llamadas tribus urbanas, es decir, grupos de personas que comparten los mismos valores e intereses y que han dado forma a movimientos como los punks o los emos en diferentes periodos históricos.

Lo mismo sucede ahora pero dentro de la red, explica Rodríguez, con la singularidad de que actualmente se puede tener acceso a un número mayor de ideologías, valores e identidades provenientes de prácticamente todo el mundo.

Esto se potencia cuando se consideran las nuevas características generacionales que, aunque no necesariamente son generales, sí ayudan a entender una buena parte de los puntos en común que tienen hoy las niñas, niños y jóvenes.

“Hoy se habla de jóvenes que gustan de vivir ‘el aquí y el ahora’, que han abandonando el juego cooperativo para acercarse al juego solitario, que tienen menor tolerancia a la frustración, que pueden conocer en las redes a gente de diferentes países aunque no conocen a sus vecinos, que a pesar de tener cinco mil contactos en la red tienen una sensación cotidiana de soledad y abandono, que han perdido algunas habilidades sociales y que han desarrollado más identificación con la figura del antihéroe”, enumera Rodríguez.

Las y los jóvenes, agrega el especialista, tratan de suplir todo esto con la adrenalina que les provocan desde los juegos extremos, hasta la violencia gráfica extrema (o gore), videos snuff (grabaciones de crímenes reales) o inclusive las relaciones interpersonales momentáneas.

Quizá estos casos son extremos, pero lo cierto es que niñas, niños y jóvenes, al igual que gran parte del resto de la población, se sienten atraídos por los temas prohibidos (lo acepten o no), lo cual es aprovechado por algunas personas con fines poco éticos dentro de las redes sociales.

Los trolls

Por ejemplo, hace unos días, la Policía Cibernética de la Ciudad de México dio a conocer que existen grupos de usuarios de las redes sociales que se dedican a aprovechar temas polémicos o de emergencia para generar controversia y así aumentar el número de usuarios.

A su vez, esto sirve para generar trending topics y construir audiencias que, posteriormente, pueden ser utilizadas para colocar mensajes de parte de empresas o en coyunturas específicas, como una campaña política o para generar caos.

Los últimos casos de esto se dieron durante el tiroteo ocurrido en una secundaria de Monterrey, el 18 de enero pasado, en donde se difundieron imágenes de burla y noticias falsas, como que el autor del ataque pertenecía a una especie de “grupo secreto”.

Lo mismo se presentó durante la serie de actos vandálicos de la tarde y noche del 4 de enero pasado, donde se impulsaron trending topics que parecían incitar a cometer algún delito (como saqueos) o a compartir información falsa.

La manera en la que se organizan estos grupos es a través de foros cerrados en plataformas como Facebook o WhatsApp en donde, según su complejidad, pueden utilizar lenguajes secretos o simplemente girar instrucciones que los miembros cumplen, como tuitear varios mensajes en diferentes cuentas para colocar un hashtag o un tema en las redes sociales.

“Hay grupos en la red de todo orden de pensamiento universal y cuya existencia se difunde de boca en boca, y no están precisamente muy ocultos, ya que pueden encontrarse en Facebook por la facilidad de su uso”, explica Matuk.

Es decir, para difundir estos grupos basta con crear alguna tendencia y, para ingresar a ellos, técnicamente solo hay que solicitar un ingreso, el cual puede ser atendido o denegado. Pero participar en ellos y obedecer la instrucciones que giran, depende de cada usuario.

Es ahí donde se vuelven importantes los temas de conocimiento de las herramientas tecnológicas de parte de madres, padres, profesorado, jóvenes y estudiantes. A mayor “educación digital”, menor riesgo de caer en malas prácticas.

¿Qué hacer?

Entonces, la prevención es vital, por lo que Rodríguez recomienda aprovechar organismos como las escuelas de padres, las asociaciones de padres de familia y otros entornos escolares para hacer ver a las personas adultas la importancia de comprender la tecnología para poder proteger a niñas, niños y jóvenes.

Asimismo, Matuk destaca que el acceso a la tecnología por parte un niño o joven, la mayoría de las veces proviene de un adulto, por ejemplo, cuando le compra un celular o una computadora, por lo que es importante que, primero, los padres sepan cómo funciona este dispositivo para así poder orientar a los hijos sobre su uso.

“El celular es ya algo permanente en los chavos, y hay que aprender a vivir con eso en vez de negarse”, subraya. “Hay que entender que el celular es un hijo más”.

Así que, de la misma forma en la que hijas, hijos o estudiantes son una responsabilidad para madres, padres y personal docente, ahora hay que hacerse responsables de todo lo relacionado con la vida digital.

 

JPC