Huapango, tradición que se niega a morir

 

Con los años, este género musical se reabre paso poco a poco


MAURO GARCÍA VELÁZQUEZ 

El huapango huasteco ha recobrado vigor, ese ritmo que nació ya hace casi 300 años en los márgenes del río Pánuco, basado en los fandangos y seguidillas provenientes de España, que en la región huasteca; es decir, en lo que hoy son Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz, tomó cartas de naturalización fundiendo la cultura indígena, con la negra y la mestiza.

Pero hace apenas unas décadas el futuro de esta música y, por ende, de sus ejecutantes, no se miraba nada halagüeño: Eran finales de los 70 y parecía sufrir cáncer terminal; los acordes del “Cielito lindo”, “El Toro requesón”, y otras muchas canciones que hicieran famosas Elpidio Ramírez y Nicandro Castillo en la primera mitad del siglo pasado, sólo se oían de vez en cuando en las cantinas de Amatlán, Naranjos o Tuxpan, ahí en la mismísima Huasteca.

Mientras tanto, en el ámbito musical nacional, el rock daba paso a la música disco, y los jóvenes “revolucionarios” oían la música andina. Pero, de pronto, quizá incitados porque los propios grupos sudamericanos incluían en su repertorio temas del imaginario popular  mexicano, quienes en el país oían e incluso tocaban la música andina se dieron cuenta de que México ofrecía una enorme variedad de ritmos propios, a los que la juventud había dejado de lado.

Sin duda el surgimiento de Mono Blanco, con el virtuoso don Arcadio Hidalgo en el requinto jarocho, dio el ejemplo para que los jóvenes músicos mexicanos voltearan a ver el acervo nacional, también para que, en el caso de la Huasteca, se diera un nuevo impulso a los valores musicales que aún se hallaban ahí, pero escondidos, pues se había relagado al son huasteco por la música “comercial”, como los corridos y las baladas arregladas para la dotación del trío huasteco (violín, jarana y quinta huapanguera).

En 1990 surge el Encuentro de las Huastecas en Amatlán, Veracruz –siguiendo los pasos del concurso de huapango que año con año, desde 1970, se celebra aún en San Joaquín, Querétaro–, cuya finalidad fue darle vida a todos esos tríos que aún recorrían la Huasteca.

Poco a poco volvió a resurgir el ritmo, y con tal fuerza, que sus fronteras tradicionales fueron rebasadas, su influencia ya no se circunscribió a la Huasteca, pues actualmente el huapango se toca en el Totonacapan, la sierra Norte de Puebla, el Valle del Mezquital y en la zona metropolitana de la Ciudad de México, a la que los aficionados a bailarlo no dudan en llamar, “la huasteca chilanguense”, zona donde se realizan bailes multitudinarios con el son huasteco como protagonista y no los ritmos que a toda hora buscan inculcarnos en los medios de comunicación.

Román Güémez (oriundo de Platón Sánchez, Veracruz, justo ahí donde confluyen cuatro de los estados que forman esta zona geográfica), destacado investigador de cultura y profesor de la Universidad Veracruzana, comentó a otro estudioso de la cultura popular, Gregorio Martínez Moctezuma, que si bien el huapango huasteco hoy tiene una vitalidad envidiable, algunos rasgos de esta música y la manera como se vivía antaño se han perdido, y no se recuperarán.

Sobre todo, afirma Güémez: “se ha perdido la participación comunitaria, la fiesta del pueblo, con un escenario muy especial y cosas con vida propia”.

Sin embargo, para los propios protagonistas de esta fiesta el asunto no es tan sombrío, pero sí requiere de darle nueva vida, así, tríos como Los Camperos de Valles retoman las melodías clásicas del repertorio huasteco, como “La Leva”, “El gustito”, “El caballito” y, aprovechando la plena libertad de versar, que es una de las cualidades de esta música, le crean una letra acorde con la modernidad y le dan otro matiz, muchas veces picaresco, que habla de las vicisitudes de la vida moderna.

Gregorio Solano y Marcos Hernández –quienes junto con don Heliodoro Copado (QEPD) formaron este trío originalmente–, comentan que algo que ha permitido al son huasteco sobrevivir es justo esa capacidad de transformarse, de integrar temáticas actuales a las melodías ya tradicionales.

Por ello no es extraño que en Pahuatlán, Puebla, donde se celebra la que han dado en llamar, “huapangueada más grande del mundo”, la gente pida a los tríos que se presentan los mismos sones, o los huapangos cuya letra es invariable, como “Las tres huastecas”, “El framboyán”, un repertorio que tal vez no pase de 50 piezas, las cuales se tocan ahí desde las 10 de la noche y hasta las 8:00 horas del día; es decir, seguro algunas se repiten, claro, con el “toque” personal que le da cada ejecutante.

Incluso, los tríos se han aventurado a sumar elementos impensados para quien cree que la cultura popular debe estar reñida con la llamada música culta; agrupaciones como el Ensamble Huasteco y algunos tríos hidalguenses, han sumado a sus repertorios piezas de Mozart, Paganini y otros clásicos, y la gente les aplaude.

El Indio Yolpaki, violinista del Ensamble, un virtuoso con estudios en el conservatorio, no teme hacer una entrada con un fragmento de Paganini como preludio a su versión de “La Petenera”, ese son cuyo requisito es que sus letras tengan que ver con el mar.

Y así es, los presentes pasan del asombro al reconocimiento cuando comienzan a escuchar los acordes del “Huapango” de Moncayo, interpretados sólo con violín, jarana y quinta huapanguera.

Ejemplo que han seguido otros tríos –a veces con la intención de demostrar la calidad de sus integrantes– para beneplácito del respetable en los muchos bailes que se organizan, por ejemplo en el Valle del Mezquital, donde no es raro apreciar que, en lugar de ver anunciados a los grupos de moda, los carteles anuncien a tres tríos huastecos como los estelares.

Diferencias

Distinto a la proliferación del son jarocho, la que califica Gregorio Martínez Moctuzuma del mayor éxito en cuanto a un nuevo florecimiento por la expansión de sus fronteras, habría que apuntar que este crecimiento se ha dado sólo entre pequeños grupos que, eso sí, ya han llegado hasta Los Ángeles, California, donde el llamado movimiento jaranero goza de popularidad. El caso del son huasteco se genera de distinta manera, pues la gente originaria de esa zona, al emigrar, lo ha llevado consigo, junto con su manera de bailarlo; así, vemos que por ejemplo, en Ecatepec, Estado de México, domingo a domingo se organicen bailes de huapango en los que se cobra por la entrada a “zapatear”, y más cuando toca alguno de los “consagrados”, como Los Camperos de Valles el Trío Tamazunchale, ambos de San Luis Potosí o Armonía Huasteca, de Hidalgo.

La lista es interminable, en la Ciudad de México y en lugares como el Museo de las Culturas Populares, la Casa Tamaulipas, El Balcón Huasteco, la “Cantera” (un lugar sui géneris donde por unas cervezas y antojitos es posible oír a muchos tríos, como el Koneme, de Colatlán, Veracruz, heredero del virtuosismo de don Laco Alvarado) es común ver a Los Nahuales, el célebre Trío Chicontepec, e incluso un trío que formaron dos hermanos chilangos, pero de raíces poblanas y estadounidenses, César y Mauricio Juárez Joyner, que junto con Ricardo Basilio conforman Nostalgia Huasteca.

DIVERSIDAD

• Sones de costumbre: Son las melodías, sobre todo de procedencia indígena, que se tocan en las fiestas como los carnavales y Xantolo (la fiesta de los muertos), sólo se componen de música, pues no tienen letra. También se tocan en ceremonias especiales o para que la siembra y cosecha sean buenas.

• Son huasteco: Así se le conoce a las piezas cuya letra se puede cambiar de acuerdo con la idea de quien las cante, así se componen versos en el momento a los presentes.

• Huapango: Estos son canciones cuya letra es invariable, ejemplo de ello son “Serenata huasteca”, “Las tres huastecas”, “El hidalguense” y “El milamores”.

FESTIVIDADES

Concurso Nacional de Huapango

(San Joaquín Querétaro)

El más renombrado encuentro de bailadores del país, que está a punto de cumplir 50 años y es catalogado por las autoridades como el segundo mejor evento cultural del país. Se realiza en abril.

Festival de la Sierra

(Pahuatlán, Puebla)

El Jueves Santo de cada año en esta población de la sierra Norte tiene lugar “El huapango más grande del mundo”, pues miles de personas se congregan en la plaza central para zapatear.

Festival de la Huasteca

(Itinerante)

Encuentro que va rotando su sede por seis estados que conforman la Huasteca: Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz. Conferencias, presentación de tríos, gastronomía. Se realiza a mediados de año.

Encuentro de las Huastecas

(Amatlán, Veracruz)

Presentación de tríos y grupos de baile procedentes de toda la región huasteca, así como disertaciones en torno al género y presentaciones de libros. Se realiza en noviembre. Son para Milo No obstante que este festival, el más importante foro de música tradicional mexicana en el país, no es exclusivo de huapango huasteco; eso sí, este ritmo es uno de los más representados ahí, por lo menos 10 tríos huastecos tocan en los tres días que dura el encuentro en la Ciudad de México. Este año se realizará del día 13 al 16 de octubre.