Cuerdas con que fue atado Jesús

 

El Señor fue atado en varias ocasiones durante su Pasión, como afirma el Evangelio: “Después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato” (Mc 15,1). Y aunque lo ataron sus verdugos como a delincuente, él nunca perdió su integridad divina y humana.   La beata Ana Catalina Emmerick vio en revelaciones […]


El Señor fue atado en varias ocasiones durante su Pasión, como afirma el Evangelio: “Después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato” (Mc 15,1). Y aunque lo ataron sus verdugos como a delincuente, él nunca perdió su integridad divina y humana.

 

La beata Ana Catalina Emmerick vio en revelaciones que al ser aprendido en Getsemaní “los esbirros ataron a Jesús con la brutalidad de un verdugo” y que le ataron “las manos sobre el pecho con cuerdas nuevas y muy duras.

 

Le ataron el puño derecho debajo del codo izquierdo, y el puño izquierdo debajo del codo derecho. Alrededor de la cintura le pusieron una especie de cinturón con puntas de hierro, al cual le fijaron las manos con ramas de sauce; al cuello le pusieron una especie de collar de puntas, del cual salían dos correas que se cruzaban sobre el pecho como una estola, e iban sujetas al cinturón.

De éste salían cuatro cuerdas con las cuales tiraban al Señor de un lado y de otro de la manera más cruel. Todas las cuerdas eran nuevas”. Afirma que al llegar a casa de Anás y Caifás lo encarcelaron en un pequeño calabozo abovedado”, donde lo ataron “a un pilar, y no le permitieron que se apoyara; de modo que apenas podía tenerse sobre sus pies cansados, heridos e hinchados” hasta que “los alguaciles se precipitaron en tumulto a la cárcel, desataron las manos de Jesús, le ataron cordeles al medio del cuerpo, y le condujeron a los jueces”, y que una vez que terminó aquel injusto juicio, al amanecer “le mandaron atar de nuevo y poner una cadena al cuello, como hacían con los condenados a muerte, para conducirlo a Pilato”.

Emmerick refiere otras ocasiones en las que el Señor fue atado. Una de ellas, cuando Pilato lo mostró al pueblo tras su terrible flagelación: “Jesús, cubierto con la capa colorada, la corona de espinas sobre la cabeza, y el cetro de caña en las manos atadas, fue conducido al palacio de Pilatos”; otra, al ser conducido al monte Calvario:

Cuatro soldados tenían a grande distancia la punta de los cordeles atados a la cintura; los dos de delante le tiraban; los dos que seguían le empujaban, de suerteque no podía asegurar su paso”; y varias más, al ser crucificado: “Después que los alguaciles extendieron al divino Salvador sobre la cruz, y habiendo estirado su brazo derecho sobre el brazo derecho de la cruz, lo ataron fuertemente; uno de ellos puso la rodilla sobre su pecho sagrado, otro le abrió la mano, y el tercero apoyó sobre la carne un clavo grueso y largo, y lo clavó con un martillo”, luego “ataron una cuerda a su brazo izquierdo, y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que la mano llegó al agujero”, después “le ataron el brazo para hundir el segundo clavo en la mano izquierda”, y para clavar sus pies, primero “ataron cuerdas a su pierna derecha”, luego “ataron el pie izquierdo sobre el derecho” y “tomaron un clavo de mayor dimensión para atravesar sus sagrados pies”.

 

De las cuerdas con las que fue atado Jesús en diversas ocasiones, sin precisar a cuáles de tantas corresponden, unas se conservan en la basílica del Escorial, España, y otras en la catedral de Anagni, Italia.