Elvira, víctima por vestir de andrógina en la UNAM

 

Protocolos universitarios no alcanzan para defenderla


Elvira considera que el género es una construcción social. Ella se viste de forma andrógina y eso le trajo diferencias con sus padres. A los 17 años compartió con su maestra de matemáticas de tercer semestre esa ideología de género y la turbulencia familiar que atravesaba.

Sin embargo, la respuesta no fue la esperada: la docente ponía a tema, en clase y en privado, la sexualidad de la joven y le pedía que admitiera que era lesbiana.

Los comentarios subieron de nivel al grado de romper su espacio vital, intentar tocarle una pierna en un aparente juego y decirle “si fueras hombre me casaría contigo”. Elvira recuerda esos comentarios que la incomodaron. Una mañana fría la maestra le dijo si no se le antojaba estar bajo las sábanas, “desnuda”, con su pareja.

Por muchas semanas la joven dudó de su sexualidad. Temía asistir a clase porque el acoso continuaría, pero deseaba complacer a su docente en todo. Esta situación preocupó mucho a su familia. Su madre notó cambios: no comía, dormía mucho, así que tomó cartas en el asunto.

Empujada por el apoyo de sus compañeros de grupo, Elvira escribió una carta donde se denunciaba que la maestra se dirigía a ellos con apodo y usaba la clase para hablar de sus “actos” altruistas. Al final de la queja se lee que el grupo estaba “alarmado debido al acoso que está sufriendo una compañera”.

Pese a que Elvira tenía miedo a las represalias que sus amigos podrían sufrir, entendió que era una víctima. La carta fue entregada a la dirección por otra maestra. La madre de Elvira asistió al plantel para hablar con la acosadora sin concretar nada y después fue a la dirección para solicitar una reunión con la entonces titular del plantel.

La mañana siguiente le marcaron para decirle que se presentara a las 10:00 en la dirección. La intención era denunciar que su hija era acosada por una docente. Al llegar a la oficina encontraron, además del entonces secretario general y un abogado, a la maestra acosadora y un compañero con quien Elvira había tenido un desencuentro.

De inmediato, se procedió a hacer una mediación por un conflicto entre estudiantes. La mamá de Elvira dijo que ese no era el tema. Ni el secretario general ni el abogado –relatan Elvira y su madre– pararon la confrontación entre la víctima y su agresora. El secretario pidió a la joven declarar qué le hacía su maestra.

De acuerdo con el Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Genero de la UNAM, puede ser la víctima o un tercero quien ponga la denuncia; si es menor de edad se sigue de oficio.

Elvira fue sometida, sin su consentimiento, sin consultarla o explicarle el proceso, a la mediación. No le tomaron una declaración previa –como el protocolo lo indica–, la sesión fue en “caliente”. Además, desconocía que su agresora estaría en la misma habitación. Temblaba sin parar, no podía respirar en esa habitación que veía tan pequeña, estaba mareada, no podía hablar alto. Recuerda la mirada de inocencia en la docente agresora y como todo lo que le confió era expuesto en aquella oficina.

Además fue obligada a exponer, frente a su agresora, lo que pasó. No se aplicó el protocolo, menos se contempló la perspectiva de género.

CAPITALMEDIA buscó a la maestra señalada para consultarla sobre el caso. En un primer momento accedió a una entrevista sólo frente a personal de la UNAM, por lo que pidió tiempo para consultarlos. Al intentar comunicarnos nuevamente con ella, esta bloqueó los canales de comunicación a través de Facebook y por teléfono. En el primero contacto y sin cuestionarla sobre su sexualidad, dijo no ser lesbiana y que profesaba la religión cristiana.

DENUNCIAS

En 2016 la UNAM puso en marcha su Protocolo para la Atención de casos de Violencia de Género, hasta el momento ha recibido 485 denuncias por violencia sexual, psicológica, física y acoso. Muchos de estos casos no son denunciados por temor a represalias o el protocolo no es aplicado cuando las circunstancias lo requieren.