Esto también es la CDMX

 

El pueblo de San Bernabé Ocotepec es la muestra de que ciudad también es un lugar rico en paisajes


Autor del Texto: Roger Vela/ Revista Cambio

Caminas lento entre el sendero cubierto de hojas secas y maleza. Piensas dónde colocar tu pie antes de dar cada paso. Tratas de no tropezar. Tus manos están alerta por si es necesario usarlas como amortiguador al caer. Estás cansado. El sudor brota de tu frente y baja por tu rostro. Después de 40 minutos has logrado llegar a la cima de la peña. Mientras recuperas el ritmo habitual de tu respiración, volteas tu mirada y ves, desde las alturas, una postal: la Ciudad de México flanqueada por un inmenso bosque que cubre de verde el color gris de la mancha urbana.

Nunca has visto a la ciudad así, tan arropada por la naturaleza, hundida entre los miles de árboles que la custodian. Se muestra vulnerable, como si fuera una playa atiborrada de turistas ante un tsunami cuyo verdoso mar está por cubrirla en su totalidad. Y tú estás ahí, surfeando en la cresta de una ola de piedra tratando de mantener el equilibrio. Tomas tu cámara y disparas. Te das cuenta de que no hay justicia fotográfica que refleje este contraste colorido entre lo urbano y lo campestre.

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A lo lejos, distingues el inconfundible World Trade Center, la Torre Mayor es alcanzada por un tenue rayo de sol, la espectacular bandera de San Jerónimo confronta a las construcciones que la rodean, el aeropuerto sobresale entre el horizonte, los edificios de Reforma se muestran como una cordillera simétrica. Estás en uno de los puntos más altos de la ciudad. Este mirador ofrece una vista inédita para la mayoría de capitalinos.

Parece una pintura en la que el artista usó diferentes tonalidades de un mismo color: verde limón, aceituna, bandera, agua, olivo, esmeralda. Es una obra transgresora que rompe con nuestra forma de percibir la metrópoli. Sí, la CDMX también es pinos, ocotes, oyameles, cedros, helechos, encinos, que reclaman el lugar arrebatado por concreto, asfalto, acero, smog y basura.

Estás a una altitud que ronda los 3 000 metros sobre el nivel del mar. Es el pueblo de San Bernabé Ocotepec. Pero esto no parece la Ciudad de México, al menos no la que conoces. Como si estuviera rodeada por un domo transparente que no deja pasar el ruido, el caos y el estrés de allá abajo, la montaña tiene sus propios olores, sonidos, colores y códigos.

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