El día que llegó a México la magia de la fotografía

 

Hoy festejamos el Día Internacional de la Fotografía


En la actualidad, tomar una fotografía es tan sencillo como sacar el celular, enfocar y presionar la pantalla para que la imagen quede registrada en la memoria del teléfono y se pueda compartir en redes sociales.

Los más curiosos se tomarán el tiempo de usar alguna aplicación que permita el uso de filtros y efectos, para que ese instante capturado se convierta en un recuerdo que perdure, aún en la fugacidad de la era digital.

Sin embargo, para poder llegar a este punto, la fotografía tuvo que recorrer un largo e histórico camino, que comenzó gracias a Louis Daguerre en 1839, cuando presentó su daguerrotipo.

Este sistema para capturar imágenes se caracterizó porque la imagen se formaba sobre una superficie de plata pulida. La fotografía revelada está formada por partículas microscópicas de aleación de mercurio y plata, ya que el revelado con vapores de mercurio produce amalgamas en la cara plateada de la placa.

Solo pasaron seis meses desde la presentación de este invento y la magia de la fotografía llegó a nuestro país por el puerto de Veracruz; ahí se tomó la primera fotografía y, después de estrenarse, empredió el viaje hacia la Ciudad de México.

Debido a que era un procedimiento muy costoso, tomarse una fotografía era un lujo reservado sólo para unos cuantos.

Uno de los primeros en ser retratado fue el entonces presidente Porfirio Díaz, quien también mandó fotografiar la fachada del Palacio de Minería, la estatua de Carlos IV que se encuentra en el patio de la Real y Pontífice Universidad de México, la fachada de la Catedral Metropolitana y la Plaza de Armas.

Después del lujoso daguerrotipo, comenzaron a llegar a México otros métodos de fotografía que resultaban más baratos, por lo que la magia se hizo accesible a otros sectores.

A pesar del auge comercial que la fotografía vivió en la década de 1840 a 1850, no fue hasta 1901 cuando dos fotógrafos mexicanos, de apellido Valleto, abrieron un estudio en la capital país, en la calle que hoy conocemos como Francisco I. Madero.

A partir de ahí, la fotografía siguió su expansión y logró colarse en todos los rincones del país.

Así fue como lo que parecía ser una actividad exclusiva para ricos, se convirtió en un arte que captura la belleza, que denuncia situaciones indignantes, que captura instantes que con el paso del tiempo se convierten en históricos y, además, sirve como un instrumento que ayuda a que la fugacidad de los momentos permanezca hasta la eternidad.

 

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