Al día siguiente…; el 2018 aún no está escriturado para AMLO

 

La gran lección fue la confrontación de los aparatos electorales


Cualquiera que sea el saldo electoral de ayer 4 de junio –por cuestiones de cierre editorial esta columna se escribió sin conocerse los resultados–, la única certeza radica en el hecho de que la política mexicana es de ciclos y que no siempre unos determinan los otros. Ello quiere decir que la batalla para el 2018 apenas comienza.

Todos los protagonistas de la elección presidencial manipulan los hechos a su antojo y suponen que los ciudadanos carecen de memoria histórica. Al final de cuentas, como personajes de Dickens, los fantasmas de las navidades pasadas se les presentan para recordarles que nada se inventa todos los días.

La gran lección de la elección mexiquense fue la confrontación entre los aparatos electorales institucionales y los liderazgos mediáticos cotidianos. Luego del avance espectacular de López Obrador en 2006 –medio punto debajo de Felipe Calderón, en las cifras oficiales y legales–, en 2012 la victoria perredista parecía fácil. Pero Peña Nieto logró una ventaja de 6.6 puntos porcentuales.

En 2006 López Obrador comenzó el proceso con una distancia favorable de casi 20 puntos porcentuales y la campaña electoral ruda le hizo perder todo su colchón. En 2012 Peña Nieto comenzó con un avance arriba de 10 puntos sobre el tabasqueño y en la campaña perdió la mitad.

La campaña electoral en el Estado de México mostró dos errores estratégicos: descansar expectativas en las encuestas que registraban tendencias consolidadas de votos e ignorar las condiciones sociológicas de los votantes. Por alguna razón el PRD como oposición autodenominada de izquierda no ha pasado de un tercio de la votación –Cárdenas en 1988 y López Obrador en 2006 y 2012– y la expectativa del tabasqueño descansa en la fragmentación del voto en 2018 en cuando menos seis candidatos y la posibilidad de que corra más de un independiente. En esta lógica, el próximo presidente puede gobernar con un 30 por ciento de los votos.

La carrera presidencial de 2018 comenzó desde 2006 en que López Obrador perdió la Presidencia y ha trabajado casi 12 años como candidato en campaña. El PAN tendrá definiciones sobre la candidatura hacia el cuarto trimestre del año y el PRI tratará de extender la decisión hacia finales de octubre. Los independientes perdieron gas con el retiro de Jorge G. Castañeda y los problemas de Jaime Rodríguez El Bronco y de Enrique Alfaro.

La sobrexposición mediática de López Obrador como el único precandidato vista a la Presidencia ha sido más perjudicial que positiva, porque su discurso superficial, de insultos y de autoexclusión lo ha colocado en la mira de los medios, ya sea estimulados desde sus adversarios o por la irascibilidad del aspirante. En las campañas presidenciales de 2006 y 2012 sus exabruptos verbales y violentos le bajaron puntos decisivos.

La expectativa de que en 2018 se decida con 30 por ciento de la votación preocupa a los protagonistas, pero en sectores de la sociedad no le significa nada. Más aún: un presidente con baja votación y sin su partido como mayoritario en el Congreso se va a convertir en un control de autoritarismos porque obligará al nuevo presidente a pactar en el Congreso; en los hechos habría un gobierno de coalición.

Así que el 2018 no se resolvió el domingo pasado. El único dato revelador ha sido el desgaste personal de López Obrador.

Política para dummies: La política es el cuento de nunca acabar y siempre andar comenzando como si nada hubiese ocurrido.

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