Atacar o no atacar Siria, he ahí el dilema

 

El gobierno de Trump se ha convertido en un espectáculo de contradicciones


Para variar, esta semana Donald Trump volvió a caer en contradicciones y puso de nuevo a sus principales colaboradores en situaciones complicadas.

Hace apenas un mes, el presidente insistía en la necesidad de terminar la participación militar de Estados Unidos (EU) en Siria. Ahora, las cosas han cambiado.

El fin de semana pasado, el ejército de Bashar Al Assad atacó la localidad de Duma en Guta Oriental, presumiblemente con armas químicas; hecho que desde luego, niegan tanto el gobierno de Damasco como su aliada Moscú, y hecho que llevó al presidente Trump a cambiar su postura respecto a la participación de Washington en el drama sirio.

Trump amenazó con un inminente ataque con misiles a instalaciones del gobierno sirio como represalia por la masacre de Duma, del que culpó además a los gobiernos ruso e iraní; incluso canceló su participación en la Cumbre de las Américas y una visita oficial a Colombia para dirigir la reacción estadounidense desde Washington.

Dos días después, la vocera de la Casa Blanca Sarah Huckabee declaró a los medios que aún no se había tomado una decisión al respecto; y en una comparecencia en el capitolio, el secretario de defensa James Mattis aceptó que aún no hay evidencia, ya no digamos de la complicidad de Rusia y de Irán, sino incluso de que en el ataque se hayan empleado armas químicas.

Sea cual sea la política que Trump decida emprender en Siria contra el Estado Islámico o contra el régimen de Bashar al Assad, como represalia por el uso de armas químicas o por cualquier otra razón, el gobierno estadounidense haría bien en mejorar sus canales de comunicación y coordinación para evitar el espectáculo de contradicciones en el que se ha convertido la gestión actual.