De obrero a librero de ocasión

 

El librero y la librería de viejo tienen vida para rato


Fin de semana soleado. Al Centro Histórico parece que le untaron miel y a ella acude la chilanguiza, sin prisa, luego de la chamba, relajada. La gente recorre el recién remozado Barrio Chino, que luce sus colosales puertas a un extremo y otro de la calle Dolores; cruza avenida Juárez y arriba a las fuentes donde los peatones se entretienen viendo los chorritos que se hacen grandotes, se hacen chiquitos y donde un alegre bóxer retoza en las aguas.

Dos atractivos temporales se han agregado al corazón de la urbe: la 39 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y la XXX Feria del Libro de Ocasión, establecida en la calle Ángela Peralta, entre el Palacio de Bellas Artes y la Alameda Central. Banquete para los amantes de los libros: conferencias, mesas redondas, presentación de nuevas ediciones, talleres…

César Sánchez Obregón, antaño obrero soldador y troquelador, sindicalista, devino en comerciante de libros y tiene un puesto, vecino del Centro de la Imagen y la Biblioteca México, sobre la calle de Balderas.

Inquieto y con alma de organizador, coordina la Coalición de Libreros que desde 1988 impulsa esta feria alternativa que convive y complementa a la organizada por la UNAM.

–En esta ocasión nuestra feria da cabida a más de 90 expositores convocados por los miembros de la coalición, con la idea (desde el inicio) de que una feria tan antigua como la de Minería podía convivir con los libreros de viejo en sus alrededores–. Lo que no mata, engorda: allá por el año 88 del siglo XX llegamos y les invadimos el callejón de la Condesa. En el 94 nos levantó la ley, esgrimiendo el bando que prohíbe el comercio en la vía pública; en adelante y ya como coalición decidimos continuar incluso en locales cerrados, coordinados con la autoridad para obtener los permisos respectivos. Los encuentros y desencuentros nos han hecho crecer.

La Feria del Libro de Ocasión se enriquece con la participación de libreros establecidos en las calles de Donceles, de la avenida Mazatlán, de la calle Hidalgo de Coyoacán, de los puesteros que laboran en las afueras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El libro de ocasión pulula por la ciudad toda y la feria es su punto de encuentro anual.

–El público encuentra aquí lo más representativo de los libreros de ocasión –explica César–. Y somos competitivos. Encontrar libros incunables es difícil. Pero sí hallas pergaminos de entre 1600 y 1700. Libros antiguos, descontinuados, primeras ediciones, ediciones raras, periódicos y revistas de época, atriles, separadores, souvenires…

Los buscadores de libros abarrotan las carpas. Hurgan entre pilas y filas. Hojean, se embeben en la lectura, preguntan precios, reciben el folleto de la Coalición, donde se consigna la errancia de la feria: del callejón de la Condesa a las inmediaciones del Museo Nacional de Arte, el Casino Metropolitano, la Plaza Manuel Tolsá, ahora la calle Ángela Peralta…

–¿Cómo transitas del oficio de soldador y troquelador a dirigente de la Coalición de Libreros, César?

–Es complicado que un librero establecido dedique tiempo a una organización. Su oficio le requiere dedicación, entrega. Está abocado a ser un buen librero, de excelencia. Yo pensaba que mi vida declinaría siendo un sindicalista viejo, con experiencia de organizador. Tengo mi puesto y coincidimos en la necesidad de hacer frente común para obtener espacios.

–¿Cómo ves al público lector actual: disminuye su consumo del libro impreso, deriva hacia internet y el libro electrónico?

–En todos los tiempos el lector ha sido un ente especial. De élite. Iniciado. Ahora, es un hecho que la tecnología deconstruye las estructuras del pensamiento. A pesar de los avances de la modernidad, impera una etapa de ignorancia. Giovanni Sartori señala que la abundancia de información no es incremento de la inteligencia; no tenemos la estructura para comprender los procesos que generan infinidad de datos, ni su impacto en la sociedad con gravísimas brechas de desigualdad. El libro, en especial el de ocasión, recicla, desempolva, circula textos que asombran a nuevos lectores que se iban con la finta de supuestas nuevas filosofías, nuevas corrientes de pensamiento, y ofrece textos básicos para la comprensión de la realidad.

Las estadísticas indican que de 100 por ciento de libros consumidos, 90 son impresos y 10 por ciento restante son ebooks. ¡Amazon abrió en New York una librería del libro físico! El librero y la librería de viejo tienen vida para rato. El librero de viejo recupera de bibliotecas olvidadas objetos que pone a disposición del lector a un costo menor.

Investigadores, estudiosos, recurren a nosotros para obtener estos objetos que a la industria no le interesa reeditar. Entre ellos, muchas joyas bibliográficas.

El hormiguero humano emerge de las profundidades del Metro, se entrecruza frente al Palacio de Bellas Artes, se aglomera en la esquina de San Juan de Letrán y avenida Juárez, fluye por Madero, se entretiene mirándose a sí mismo, iluminado por el sol del atardecer.