Gobernadores, en la tablita

 

Este país ya no aguanta la cínica corrupción de nuestra ineficiente clase política


En cuanto se enteraron, sus gelatinosos cuerpos comenzaron a pasar de una simple temblorina a violentos espasmos. Ambos guardan la misma particularidad: la obesidad, producto de los excesos alimenticios, la buena vida que se han dado con cargo a sus gobernados y la responsabilidad de haber endeudado brutalmente a Veracruz y Quintana Roo, sin haber justificado plena y legalmente el destino final del dinero.

En algún lugar del Club de Yates de Chetumal, desde donde a decir de los quintanarroenses despacha Pedro Flota, otro de los beneficiados por el “borgismo” y quien ocupa el cargo de presidente del Congreso, con un brutal cinismo negó que hayan legislado contra el sistema nacional anticorrupción, pero no dijo nada de la forma en que se encerraron a piedra y lodo en un hotel para alejarse del pueblo que los cercó en la sede del Congreso para evitar que blindaran su impunidad. Podrá decir muchas cosas, pero lo cierto es que al igual que su jefe, en cualquier momento pudiera parar en la cárcel con su voluminosa humanidad.

Lo previsible es que ante la promoción presidencial, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la estratagema de ambos mandatarios de manipular a sus congresos para blindarse y evitar el peso de la ley quedará sin efecto. Finalmente, el presidente Enrique Peña Nieto reaccionó, tarde pero lo hizo, ante el reclamo de Manlio Fabio Beltrones por el desastre electoral de Quintana Roo, Veracruz y Chihuahua.

Entendió el peligro de ser tildado como cómplice de una posible impunidad y decidió marcar una línea de separación. En el caso de César Duarte, el de Chihuahua, si pensó en hacer lo mismo tendrá que buscar otro camino, porque puede tener la seguridad de que será requerido, una vez que termine su encargo, para que explique la forma en que se apropió de un banco.

La recuperación de la credibilidad del presidente Enrique Peña Nieto pasa por colocarse del lado de ese pueblo que reclama justicia, aunque para ello se tenga que hacer responsables a quienes desde el cargo que el mismo pueblo les otorgó, traicionaron su confianza. Este país ya no aguanta muchas cosas, y una de ellas es la cínica corrupción de nuestra ineficiente clase política. No basta con la promoción ante la Corte, se tiene que ir hasta las últimas consecuencias porque bien pueden merecer la cárcel.

Al tiempo.

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