“El amor por encima de la ley”

 

En efecto, el Hijo del carpintero no permitió que la ley del sábado prevaleciera por encima de la ley del amor.


Roberto O’Farrill Corona

Ver y Creer

En la aldea de Cafarnaúm, tras haber liberado, en la sinagoga, a un hombre de una posesión satánica, y luego de haberle restituido la salud a la suegra de Simón, en su casa, los habitantes se enteraron de los milagros obrados por Jesús, y las largas horas del descanso sabático fueron favorables para que la noticia se propagara con rapidez. Había mucha necesidad entre aquella gente, y entonces ellos supieron que la esperanza había llegado a visitar su aldea; sin embargo, no podían acudir para encontrar el alivio porque la pesada observancia de la ley del Shabat se los impedía. “Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron a todos los enfermos y endemoniados. La ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues lo conocían” (Mc 1,32-34).

Los sucesos de la sinagoga y de la casa de Simón habían ocurrido en el mismo día sábado. Pero este día es reservado para Dios, es el Shabat, y la ley judaica prohíbe practicar cualquier acción que no se refiera al culto divino. Prohibido estaba también curar enfermos en sábado. El evangelista san Marcos parece ser redundante en su relato cuando expresa al atardecer, a la puesta del sol para destacar que aquella gente tuvo que esperar a que terminase el sábado señalado con la puesta del sol y con el término de la luz como el anuncio del fin del día. Hasta entonces pudieron acercarse a Jesús; y por lo que el evangelista refiere, fue una multitud que se agolpaba, una avalancha de necesidad.

Dios quiso que su creatura tuviese encuentros con Él especialmente un día de la semana, el día que Él mismo consagró: “El séptimo día Dios dio por concluida la labor que había hecho; puso fin el día séptimo a toda la labor que había hecho. Después bendijo Dios el día séptimo y lo santificó” (Gn 2,2-3). Lo que quiso Dios siempre es bueno: un día de la semana que el hombre reserve al descanso para encontrarse con su Creador, dedicarle este día y meditar teniendo la atención puesta en su Dios y Señor. Pero aquel buen deseo divino, con los años se había trastocado en una ley que separaba a la creatura de su Creador y al Creador de su creatura. Jesús superará aquella caduca ley enseñando que el mandamiento principal es amar a Dios, pero también amar al prójimo. (Cfr Mc 12, 28-34).

En efecto, el Hijo del carpintero no permitió que la ley del sábado prevaleciera por encima de la ley del amor. Son varias las ocasiones en las que tuvo que confrontar el Shabbat hasta el punto de derogarlo (Cfr Mc 2,27-28). Él mismo fue víctima, en cierta manera, de esa ley, pues las mujeres no pudieron acudir al sepulcro a preparar su cuerpo para la sepultura hasta después de pasado el sábado. Tras su descendimiento de la cruz, su cuerpo fue depositado en un sepulcro a toda prisa, antes de que las trompetas del templo anunciaran el inicio del sábado con la puesta del sol en las últimas horas del Viernes Santo.

De vuelta a la casa de Simón, el relato refiere que el Señor curó a muchos y que expulsó a varios demonios. Su acción salvífica comenzó a hacerse presente a través de estos signos que confirman la llegada del tiempo de la salvación a la vez que muestran su poder sobre el mal. Había llegado el tiempo de vencer al mal, sus posesiones y todo cuanto ha limitado al ser humano, para arrancarlo de situaciones de muerte e insertarlo en rutinas de vida.

Jesús no dejaba hablar a los demonios para conservar en sigilo su identidad divina. Es el secreto mesiánico que está presente a lo largo de todo este evangelio. Jesús guardó en sigilo su mesianismo para disponer de un tiempo que le permitiese llegar al mayor número de personas, sin nublar su visión al presentarse ante ellos como mesías. Jesús quiso evitar los errores sobre su misión por parte del pueblo, que esperaba un mesías bélico y triunfador. Él quiere que su mesianismo primero sea entendido y asumido por sus seguidores para que luego de conocerlo podamos afirmar por convicción propia que él es, verdaderamente, el Mesías.

¿Somos hoy, acaso, víctimas de alguna ley que pretenda impedir nuestro encuentro con Dios? Sería muy notoria una ley como tal, y por ello se presentan novedosas ideologías que, disfrazadas de compasivas, en realidad pretenden desplazar al amor verdadero para luego imponer una ley.