Huachicol a la vista…

 

Hace un par de años publiqué una nota sobre la venta de gasolina robada en improvisadas casetas ubicadas entre Amozoc y Libres, Puebla. En periódicos locales de la capital poblana había anuncios en los que se detallaba el precio, casi siempre a la mitad del oficial, y en las cercanías de los expendios, algunas mantas […]


Hace un par de años publiqué una nota sobre la venta de gasolina robada en improvisadas casetas ubicadas entre Amozoc y Libres, Puebla. En periódicos locales de la capital poblana había anuncios en los que se detallaba el precio, casi siempre a la mitad del oficial, y en las cercanías de los expendios, algunas mantas orientaban a los clientes.

Los camioneros que gasolina acudían en masa a la adquisición de esa ganga que les significaba un sensible ahorro en los costos del transporte. Por la región los patrulleros de la Policía Federal recorrían y siguen recorriendo arriba y abajo. En ambas puntas de Libres, un pueblo tripón con una entrada, una salida, hay bases de los Federicos que dejan hacer, dejan pasar.

En la explanada a la salida a Teziutlán, hay decenas de negocios relacionados con la industria del transporte. Lo mismo refacciones que servicios y aditamentos. Entre puestos de tacos, tortas, comida rápida y otros, se ubicaba una camioneta que ofrecía tambos de biocombustible sospechosamente oloroso a gasolina y del color de la gasolina.

Muchos pueblos de la zona viven del huachicol. Zona agrícola por excelencia, hay un movimiento constante de vehículos de carga, la economía regional es muy activa.

Así que los huachicoleros, de los que también publicamos alguna foto del brazo con el gobernador Moreno Valle, son los amos y señores, los caciques que tienen bajo control poblados enteros a los que facilitan acceso a donde hay perforaciones de los ductos para llenar sus recipientes.

Los pasados encuentros a balazos entre militares y pobladores en defensa de “su derecho” al huachicoleo, constatan que no son sólo funcionarios públicos –que no pueden negar su responsabilidad—los autores de este saqueo que, tras años de robo a la luz pública, nos enteramos de las cifras multimillonarias con que sangran a la economía del país.

Los montos, claro, no son confiables al proceder de dichos al aire del presidente López Obrador. Tampoco es válida la afirmación de que los robos son de empleados de Pemex o, como se afirma, de trabajadores que prohibían acceso a los funcionarios petroleros a los controles del flujo de gasolinas.

Contradictoriamente tampoco es falso. La colusión de décadas entre funcionarios, empleados menores y ladrones da para mucho. Se permitía y será casi imposible acabar con tales prácticas si no se tocan los intereses económicos. Esto es, decomisar los bienes adquiridos con el producto de los latrocinios, incluyendo industrias y comercios legalizados posteriormente.

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