La extraña muerte de Vázquez Rojas

 

De los tripulantes del auto sólo Genaro murió


Fue en plena madrugada; no existían sistemas de comunicación tan efectivos como los actuales, lo más inmediato era el teléfono, el telégrafo o en las redacciones el télex, un sistema de máquinas de escribir que se conectaban con un dial telefónico y se podía escribir en ambos sentidos.

Así que resultó más que extraño el aviso de que Genaro Vázquez Rojas, el líder guerrerense de una guerrilla rural con origen en la normal rural de Ayotzinapa, había muerto en un accidente carretero en la última curva de Mil Cumbres, la accidentadísima vía que comunicaba a Morelia con el centro del país.

Sin esperar instrucciones de mi agencia, en La Habana, me trasladé de inmediato a Morelia. Revisé exhaustivamente el sitio del accidente en el que el auto Dodge se estrelló contra la punta de un puente a 140 kilómetros por hora.

Visité a Samuel Arreigue, mi vecino de infancia y creador en la capital michoacana de la Cruz Roja, hablé con un par de asistentes o médicos que me describieron y mostraron la forma de la herida que mató a Genaro: una “V” en el centro del cráneo que podría corresponder a un golpe asesino con  la culata de una metralleta.

También hablé con el comandante Plata, de la Policía Federal de Caminos que me permitió fotografiar el automóvil. No parecía estrellado sino más bien prensado, lo que me afirmó en la idea de un joven excompañero de primaria que bajaba de Mil Cumbres procedente de Huetamo con el camión de pasajeros de su padre.

Escuchó el estruendo, y a lo lejos donde ya la última curva era tan abierta que podía tomarse a cualquier velocidad, vio a los camiones militares que auxiliaban a un vehículo estrellado contra el puente.

Los pasajeros estaban de pie, ante los soldados, pero no le permitieron detenerse a pesar de que ofreció ayuda.

El puente mostraba un corte –no fractura—en forma de “L” con pedazos de concreto en el fondo del arroyo. Un corte limpio, se pudo observar.

De los tripulantes del auto sólo Genaro murió. Dos damas que lo acompañaban y que habían sido fotografiadas y publicadas días antes en una casa de descanso en Cuernavaca, en descarada reproducción de Emiliano y Eufemio Zapata, salieron ilesas y pocos días después desaparecieron.

Los otros acompañantes ilesos, el que manejaba posteriormente fue alcalde de algún poblado serrano o costero de Guerrero. Nunca, por lo demás, se intentó aclarar la muerte del rebelde.