Leyendas sexuales. Sexo viajero

 

El efecto se intensifica al cruzar las fronteras nacionales


Viajar es una de las experiencias más fascinantes y enriquecedoras que puede tener un ser humano. Conocer lugares, culturas, idiomas, comidas y personas nos abre el panorama, favorece la empatía y aviva la curiosidad por seguir aprendiendo.

Salir de nuestro espacio cotidiano estimula todos los sentidos, y no es raro que el erotismo aflore de una forma distinta. Algunos estudios sobre la sexualidad han documentado que cuando las personas cambian de ciudad, su vida íntima se vuelve más libre en el sentido de que se atreven a hacer cosas que realmente deseaban. Esto es más claro, por ejemplo, en las lesbianas y homosexuales, que al estar lejos de su comunidad original dejan de sentir esa presión social que limitaba sus preferencias.

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Sin embargo, esa premisa puede ser válida para todo tipo de personas. Las parejas ya establecidas, por su parte, pueden encontrar un nuevo impulso sexual al cambiar de “locación”, al verse inmersos en un nuevo ambiente o después de un día de visitar lugares que les parecieron particularmente bellos. El sexo durante los viajes se vuelve una efectiva salida de la rutina por el simple hecho de que cambian los muebles, los olores, las sensaciones y esa idea que con frecuencia resuena: “Total, aquí nadie nos conoce ni nos va a volver a ver”.

Para las parejas más atrevidas, incluso existen hoteles alrededor del mundo dedicados al intercambio de parejas (o a la conformación de tríos, si se prefiere esa modalidad). Son lugares con un ambiente totalmente swinger que facilitan los encuentros sexuales con su agenda de actividades durante todo el día. Algunos de los ubicados en las playas mexicanas tienen, de hecho, un código de vestimenta que pretende mantener un concepto de elegancia y sensualidad que deja fuera las bermudas con sandalias y calcetines, o el nadar en la alberca con una camiseta puesta.

Pero el sexo no es sólo para parejas. Los solteros y solteras suelen encontrar en los viajes una oportunidad perfecta para el sexo casual que, además, puede aportar un elemento de exoticidad cuando se realiza en lugares donde las personas son muy diferentes a las de la ciudad de origen. Y no es necesario ir al Oriente Medio a fin de vivir esa experiencia. Por ejemplo, quienes viven en el centro o sur del país y viajan hacia el norte suelen verse impresionados por la belleza de la gente de esa zona, alta, bien formada y con un acento que para muchos resulta sexy.

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Por supuesto que ese efecto se intensifica al cruzar las fronteras nacionales. Aunque uno no quiera ni sea ese el principal objetivo del viaje (quizás a veces sí lo es), mirar fisonomías distintas o escuchar idiomas diferentes (e imaginarse las palabras “sucias” en esos idiomas) provoca que el cuerpo se predisponga a los encuentros sexuales.

A esto hay que sumarle que en algunos países, el ligue con fines sexuales no tiene tanto protocolo como en el nuestro. Ya ves que dicen que los mexicanos todo lo ponemos en diminutivo para que no suene tan feo. En otras latitudes, las cosas son diferentes, son directas y ya, y eso facilita mucho ese tipo de intercambios que podrían estar entre los más excitantes encuentros de una sola noche.

Claro, siempre hay que tomar precauciones. Además del indiscutible uso de condón, no está de más dejarle saber a alguno de nuestros compañeros de viaje dónde estaremos y con quién (las aplicaciones de celular ya permiten ubicar a la persona en tiempo real). Luego de eso, no queda más que disfrutar todas las facetas de esa experiencia de relacionarse con otro ser humano cuya vida se desarrolla a miles de kilómetros de la nuestra.

* Periodista especializada en salud sexual.

@RocioSanchez

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