Minigubernaturas y elecciones concurrentes

 

La concurrencia de elecciones sólo ha servido para devaluar el razonamiento del voto


Como si no tuviera suficientes problemas, Veracruz enfrenta una jornada electoral muy reñida para elegir a un minigobernador que sólo durará en el cargo dos años.

En cualquier estado, pero más en uno tan complejo y diverso, dos años al frente del gobierno no sirven más que para preparar la siguiente elección desde el primer día impulsando el triunfo de un correligionario (incondicional si es posible). Gobernar, mejorar las políticas públicas y lanzar proyectos de impacto profundo en la sociedad, requiere de más tiempo, y al no haber más tiempo, la idea del gobierno transformador deja de ser prioridad.

A esto se enfrenta un convulsionado Veracruz y a eso se enfrentó el descompuesto Michoacán cuando hace unos años eligió entre Fausto Vallejo, Luisa María Calderón y Silvano Aureoles. La historia de la minigubernatura fallida del priista Vallejo es ampliamente conocida,y si bien la descomposición social no se puede atribuir enteramente a esa figura que impide planear y ejecutar en un periodo tan corto, la ausencia de proyecto de mediano plazo sí abona a la debilidad institucional que agudiza los problemas.

Las minigubernaturas son una aberración política que carece de justificación. El alegato de alinear los calendarios electorales estatales con el Federal para celebrar el mismo día todos los comicios y así abatir el costo de la democracia es mentiroso, y miope. Hace años que Santiago Creel impulsó la idea después de su paso por el IFE y muchos creyeron que tenía razón. Así empezaron a moverse calendarios electorales locales para alinearse con el Federal con la promesa de ahorrar y hasta simplificar la operación política. La realidad se impuso y demostró que no había ningún ahorro, y que los negociadores gubernamentales y parlamentarios no se hacían más eficientes por ese cambio.

Además, un efecto no calculado apareció y aunque nadie habla abiertamente de él todos admiten su gravedad: lejos de mejorar la calidad de la joven democracia mexicana, la concurrencia de elecciones que engendra minigubernaturas, sólo ha servido para devaluar el razonamiento del voto porque los comicios federales, particularmente las elecciones presidenciales, opacan las elecciones locales, que aunque son más importantes,nunca tienen el impacto mediático y publicitario de las federales.

Entre más elecciones de diferente naturaleza se empatan, menos razona el votante el sentido de su voto. Cuando la concurrencia de las elecciones de autoridades locales (gobernador,diputado local y presidente municipal), es con la elección presidencial, que siempre va acompañada de otras a diputados federales y senadores, el elector puede recibir en la casilla la ridícula cantidad de nueve diferentes boletas para sufragar. Si conocer seriamente a sólo dos candidatos es un reto, pensar en seis o nueve elecciones en la misma fecha, seis o nueve campañas y seis o nueve plataformas, multiplicadas además por el número de partidos en competencia y candidatos, elegir se convierte en un galimatías que acaba siendo mal resuelto con un acto de fe por parte del ciudadano.

Ante tal oferta de candidatos simultáneos, el tsunami del marketing politico, sutil pero efectivo, que convierten a las elecciones en un happening o una catarsis, a los candidatos en productos a la venta, y a las preferencias electorales en tendencias de moda que cambian de un día para otro,conocer a los candidatos y razonar el voto es casi imposible.

El sistema electoral mexicano contribuye a esa imposibilidad porque la concurrencia de fechas o alineación de calendarios electorales genera confusión y desalienta la reflexión del votante. Extrañamente, se trata de uno de los elementos menos criticados, pero que más distorsionan la aspiración del voto razonado y responsable.

Twitter @EnvilaFisher

GG