Nueva arma de terror

 

Nada sofisticado. Así se gana tiempo


Armas largas, cuchillos, machetes y unidades pesadas. Furgonetas, de preferencia.

Nada sofisticado. Así se gana tiempo, más una tarjeta de crédito, mismo efecto: dolor, por la muerte y las heridas; desconfianza, por la aparente ineficacia de autoridades y horror, ante la vulnerabilidad de ser un objetivo. A esa ecuación habrían llegado los terroristas obligados por la pérdida de dramatismo que en algún momento se logró con la difusión de sus actos por televisión, ante la aplastante concreción de las redes sociales; y también por el cerco que las agencias de seguridad han estrechado sobre el accionar de extremistas tras el 9/11. Pero lo cotidiano en manos maquiavélicas se volvió “aliado”.

Así los atropellamientos masivos suman hasta el viernes 8, en cinco naciones, en un año. Los blancos: Barcelona y Cambril; París y Niza; Londres, en dos ocasiones; Berlín y Estocolmo. Pero el león no es komo lo pintan y a la nueva estrategia del terror no podemos otorgarle todo el mérito. Como siempre hay que ver a la autoridad. En el caso de Barcelona,  Ada Colau, la alcadesa, está en el banquillo por desoír al Ministerio del Interior Español que aconsejó colocar barreras físicas para evitar un atentado como, hace dos julios, en Niza. Para evitar “bolardos” o “pistones” en zonas vulnerables como La Rambla, se alegaron cuestiones como la movilidad de mercancías o paso a servicios de emergencia y de limpia.

En su lugar se optó por redoblar la presencia de los Mossos d´Esquadra o policía de la Generalitat. Y si nos apuramos, a ultranza de lo evidente, el sospechosismo apunta al reúso del terrorismo como arma de Estado para presionar o redireccionar a la opinión pública. El resultado de esta ecuación: más de 130 vidas cegadas, 261 marcadas por heridas y el extremismo islámico reivindicado como el enemigo actual de toda la humanidad.