SNTE: el juego del poder

 

Los pueblos crecen en cultura y riqueza en función de que sus procesos educativos sean eficientes y permitan a los niños y jóvenes una preparación que los convierta en hombres y mujeres exitosos, y con plena responsabilidad para construir su futuro y diseñar el tipo de sociedad a la que aspiran. Así de simple podríamos […]


Los pueblos crecen en cultura y riqueza en función de que sus procesos educativos sean eficientes y permitan a los niños y jóvenes una preparación que los convierta en hombres y mujeres exitosos, y con plena responsabilidad para construir su futuro y diseñar el tipo de sociedad a la que aspiran. Así de simple podríamos resumir ese modelo social que nos hemos construido los mexicanos, pasando incluso por una lucha armada para otorgar derechos universales a quienes seguimos construyendo este país.

Los procesos de la educación pública han costado no tan solo luchas populares, sino el concurso de hombres y mujeres letrados que dieron base a lo que ahora es ese sistema educativo que egresa año tras año a millones de hombres y mujeres que se convierten en profesionales exitosos, y por consecuencia candidatos a mejorar su calidad de vida. Por eso son tan importantes las escuelas, las instalaciones educativas, los programas de estudio, las evaluaciones educativas, y principalmente, la preparación magisterial.

Un pueblo sin cultura es un pueblo condenado al fracaso, han señalado los especialistas de la educación, y toca a los estadistas resguardar ese derecho para la formación y conformación de hombres y mujeres con oficio reconocido y profesiones útiles a la sociedad, pero sobre todo, para consolidar el anhelo de que las generaciones venideras sean mejores y puedan hacer realidad el Modelo de la ciencia y cultura como un hábito, y el trabajo y la riqueza como destino.

Para decirlo de forma simple y rotunda, solamente los pueblos cultos son plenamente libres.

Los procesos de la evaluación educativa que fueron votados por el Congreso Mexicano han sido el Modelo aspiracional de quienes se preocupan por elevar la educación de los hombres y mujeres del futuro, a eso le apostamos como pueblo y como gobierno, pero sobre todo, para que nuestros hijos tengan la oportunidad de labrarse un mejor futuro.

Muchas cosas se propusieron, otras se discutieron y diseñaron, diversos procedimientos educativos se estudiaron y otros más se renovaron, las estrategias de su implementación se plantearon cuidadosamente, y el nuevo modelo educativo se convirtió en realidad.

Hoy la preparación de los hombres y mujeres del futuro está en riesgo. Y está en riesgo por las complicidades, y hay que decirlo claro y preciso, esas complicidades son ahora entre Andrés Manuel López Obrador, Presidente Electo, y los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que se han distinguido por conformar una feroz banda de desestabilizadores que todos los días atentan no tan solo contra la paz pública, sino contra el futuro de este país y de su gente.

Por si algo faltara, ahora surge la detestable intención de Elba Esther Gordillo Morales de reclamar su derecho a encabezar nuevamente el sindicato más importante del país y el más numeroso de Latinoamérica. Lo que tiene que quedarnos claro a los mexicanos es que no podemos ni debemos permitir esa barbarie, porque si algo ha distinguido a la señora Gordillo es el gusto por lo ajeno.

Ahora resulta que su madre, una simple profesora rural, atesoro una enorme fortuna que le heredó a su hija. Así de cínica ha sido la Gordillo para explicar su riqueza, pero más cínica su pretensión de usurpar la voluntad de los mexicanos.

¿Lo permitirá el Presidente Andrés Manuel López Obrador? En unos días más, comenzará a rendirnos cuenta a nosotros.

Al tiempo.