Desde aquel día

 

El fanatismo religioso nos impide encontrar las soluciones que hagan de nuestro mundo un lugar mejor


Ya se cumplieron 15 años desde aquel día en el que la historia se interrumpió y se volvió a conformar. Todo terminó y todo empezó.

Aquel 11 de septiembre el día era claro, sin una sola nube en el horizonte, sin embargo, los jinetes del Apocalipsis ya se aproximaban, listos para cabalgar por encima de todo aquello en lo que creíamos, mientras que nosotros permanecíamos ausentes y felices.

La primera vez que un avión se estrelló contra una de las Torres Gemelas quisimos creer que era un accidente. Pero la segunda supimos que era un atentado.

Sin duda, para lo que nunca estuvimos preparados fue para que todas nuestras creencias, teorías defensivas e incluso místicas sobre la invulnerabilidad de Estados Unidos se derrumbaran en una transmisión en vivo. Ya que más de 6 mil millones de personas de todo el mundo presenciamos no sólo cómo se caían las torres –símbolos del poder– sino el momento en el que ni la supremacía militar podía detener un ataque dentro del territorio estadounidense.

Siempre se ha dicho que fue el golpe más audaz y que se ejecutó de la manera más brillante como la quintaesencia del terror.

Y es que, ese día no sólo se cayeron las Torres Gemelas, sino que se cimbraron los principios más importantes que llenaron de luz la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América. Ese día el imperio del norte atravesó puertas que todavía hoy, pese a tantos esfuerzos, siguen lastrando su proceder.

Después con la promulgación del Acta Patriótica no sólo se le daban al Presidente poderes ilimitados para responder golpe por golpe y diente por diente, sino que se dejaba de lado cualquier vestigio de las exigencias de la legalidad que habían marcado la actuación de EU.

Porque antes el vecino del norte iniciaba guerras por razones económicas, territoriales y para imponer sus políticas y sus intereses. Y ahora desencadena guerras para contestar a la mayor agresión que ha sufrido en su historia.

Desde aquel día hay dos lecciones que no debemos olvidar. La primera: es saber que el fanatismo religioso sólo nos conduce para apostarle a lo obvio y nos impide encontrar las soluciones que hagan de nuestro mundo un lugar mejor.

Y la segunda: es no dejarse llevar por la soberbia, ya que Estados Unidos ni por haber recibido con anticipación ciertas señales de alerta por parte de  los servicios secretos israelíes, tuvo la humildad para reconocer que pese a saberlo todo, no pudo evitar el fin de nuestro mundo. Porque a fin de cuentas para todos los que vivimos en Occidente, el mundo de EU también es el nuestro. Y desde aquel día nuestro mundo es otro.

@antonio_navalon