Choque con los purpurados

Choque con los purpurados
Choque con los purpurados 

El primero choque se dio cuando la Iglesia Católica comenzó a criticar la llamada estrategia de “abrazos y no balazos”. Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, en su momento, soltó: “abrazos, no balazos’ es demagogia y, hasta cierto punto, complicidad”.


Dobleces |

Por Israel Mendoza Pérez

@imendozape

Sin mediar en descalificativos más que en respaldarse en las leyes, el presidente Andrés Manuel López Obrador, mantiene una confrontación con la Iglesia Católica. Al oponerse a su Plan B, acusó a los integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano de apoyar al “bloque conservador”. En esta nueva discusión, la voz de César Yáñez, subsecretario de asuntos religiosos de la Segob, se encuentra entumecida.

El encargado de esta área en la Secretaría de Gobernación, no sólo es una de las personas más cercana al Presidente, sino que llegó a ese cargo para recomponer las relaciones, luego de que, en su momento, los integrantes de la Compañía de Jesús criticaron la estrategia de seguridad, tras el crimen perpetrado en contra los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora, en Cerocahui, Chihuahua.

De trato afable y lealtad a ciegas al Presidente, César Yáñez convirtió la subsecretaría en un guiñapo dentro del contexto de lucha entre el poder político y el fáctico representado por una facción de la Iglesia Católica, por la suma de aliados, la mejor manera de dividir los mensajes críticos a la inseguridad, a través de la atomización, ahora, de la fe y creencias en el país.

El primero choque se dio cuando la Iglesia Católica comenzó a criticar la llamada estrategia de “abrazos y no balazos”. Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, en su momento, soltó: “abrazos, no balazos’ es demagogia y, hasta cierto punto, complicidad”.

La forma es fondo y la cuatroté marcó distancia con la iglesia católica. Su principal contacto con este sector es el polémico sacerdote Alejandro Solalinde. Posteriormente, con el asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, el Presidente endureció su posición y distorsionó el mensaje, mientras se le pidió desde el púlpito una revisión a su plan de seguridad, López Obrador propaló la idea de que la Iglesia pidió un cambio. La semántica es otra.

Al tratar de evitar un choque mayor por un tema electoral, López Obrador solo soltó: “Sí me preocuparía muchísimo si el Papa Francisco se pronunciara sobre ese tema, pero sí es aquí hay que entender como las élites de todas las corporaciones siempre se unen, se alimentan, se nutren mutuamente, las élites, no el pueblo, no el pueblo católico, no el pueblo, evangélico, laico hay que diferenciar”.

Sin embargo, ninguna autoridad de la cuatroté utilizó el artículo 130 Constitucional apartado “e” que indica: “los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna. Tampoco podrán en reunión pública, en actos del culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios”.

Los desencuentros de los jerarcas católicos con el Presidente está en un punto álgido, pero no hay un interlocutor. El papel de César Yáñez quedó rebasado y las relaciones entran en un proceso de descomposición que de no medirse las consecuencias se convertirá en un conflicto con posibilidades de extenderse en 2024. Justo cuando se requieren aliados y no opositores.