God save the King

God save the King
 

La monarquía se fue relegando paulatinamente hasta convertirse en la figura decorativa que exhibe en estos momentos.


Por: Rodrigo Patiño

¿Se justifica en pleno siglo XXI, cuando el mundo tiene una población de casi 7,000 millones de personas (de las cuales la mayoría carece de los servicios más elementales como son salud, alimentos, agua, vivienda, etc.) mantener a una familia que no sabe hacer nada en palacios suntuosos y exhibiendo una riqueza insultante, no solo para los más desposeídos a nivel mundial, sino para sus mismos súbditos?

Esa pregunta se la están haciendo millones de personas luego del fallecimiento del principal icono de la monarquía: Isabel II, que representó durante 70 años a un país que ha sido un ejemplo a seguir por muchos estadistas. Dada la repercusión social, política y económica de este evento les presento este breve comentario.


Si nos visitara un ser extraterrestre, le resultaría hasta cómico que un país mantuviera una figura de gobierno que no tiene ningún objetivo, que no participa en las decisiones trascendentales de su nación y que solo es una costosa figura decorativa.

En los principios de la organización política de los pueblos, la figura del monarca era de trascendental importancia para los que se agrupaban en torno a su gobierno: él era el que dirigía al grupo, el que brindaba protección y seguridad a cambio de ciertos privilegios, militares, económicos y sociales.

La figura se fue diluyendo en el devenir de los tiempos, se fueron creando figuras de gobierno que permiten la participación de los gobernados en las decisiones y se llegó a la figura democrática que domina la mayor parte de los gobiernos hoy en día.

La monarquía se fue relegando paulatinamente hasta convertirse en la figura decorativa que exhibe en estos momentos.


¿Cuál será el futuro de este tipo de gobierno? Nadie lo puede saber con certeza, sin embargo conviene resaltar ciertos hechos:


• Los pueblos que tienen este tipo de gobierno aceptan gustosamente pagar el costo de mantener a toda la nobleza. Es más, sienten orgullo de sus monarcas.


• Los costos no son tan elevados como pareciera en primera instancia. Ejemplificaré los más relevantes. Gran Bretaña es el más caro: 100 millones de dólares gasta el gobierno en mantener la casa real. Si hacemos un cálculo simple, la monarquía le cuesta a cada británico la suma de 1.5 dólares. En cambio Noruega que tiene un gasto bastante menor, 25 millones de dólares, dada su población tan reducida, esta tiene que aportar cada uno 4.5 dólares. A España, mantener a la realeza solo le cuesta 20 centavos de dólar per cápita. ¡una ganga!


Visto el tema bajo este enfoque, donde se ve que los costos por mantener esta estructura de gobierno no son demasiado altos: por ejemplo en Gran Bretaña, con una afluencia de 10,000 turistas por día pagando boletos a un promedio de 30 libras esterlinas en los diferentes castillos y atracciones que son consecuencia de la forma de gobierno, los 100 millones de dólares mencionados en el párrafo anterior son cubiertos holgadamente.
Dejemos que los británicos mantengan su estirpe real.

¡God save the King!