Monte de la Transfiguración

 

Ver y Creer | Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan; los llevó a un monte alto, “y se transfiguró delante de ellos” (Mc 9,2). En este milagro de la Transfiguración ocurrió una Teofanía en la que Dios Padre presentó a su Hijo Jesucristo luego de formarse milagrosamente una nube que cubrió con su […]


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Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan; los llevó a un monte alto, “y se transfiguró delante de ellos” (Mc 9,2). En este milagro de la Transfiguración ocurrió una Teofanía en la que Dios Padre presentó a su Hijo Jesucristo luego de formarse milagrosamente una nube que cubrió con su sombra a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, y de la que vino una voz que les dijo: –“Este es mi Hijo amado”. Luego les hizo saber, tanto a ellos como a nosotros, lo que todo cristiano ha de hacer con respecto a Jesús: “Escúchenle” (Mc 9,7).

 

Aunque en los evangelios no se menciona el nombre del monte de la Transfiguración, una antigua tradición sitúa el acontecimiento en el monte Tabor, de 400 metros de altura y localizado a 17 kilómetros al oeste del mar de Galilea y al este del Valle de Jezreel.

 

En el siglo IV, santa Elena, madre del emperador Constantino, hizo edificar una basílica en el sitio, en memoria de la Transfiguración, como lo confirmaron los peregrinos Anónimo de Piacenza, en el año 570, y Willibaldus, en el año 723, quienes mencionan la presencia de gran número de monjes eremitas y refieren que la basílica estaba constituida por tres iglesias dedicadas a Jesús, a Moisés y a Elías, en memoria de las palabras que allí pronunció san Pedro: “Rabbi, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mc 9,5). Durante la dominación musulmana la vida eremítica decayó, y para el año 808 de aquella comunidad sólo quedaron 18 religiosos con su obispo Teófanes. De la primigenia iglesia actualmente sólo queda un pavimento en mosaico, varios capiteles, fragmentos de columnas y una parte del cementerio de los monjes que es una gruta excavada que aun conserva en un muro algunas inscripciones en griego y monogramas con cruces.

 

A partir del año 1101, mientras duró el reino latino de Jerusalén, se estableció una comunidad de monjes benedictinos que restauraron el santuario y edificaron una abadía amurallada. En el año 1200, el sultán Malek Al-Adel atacó la abadía y en 1211 la convirtió en fortaleza. En 1263, el sultán Al-Zahir Baibars atacó la fortaleza que los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén estaban construyendo y la hizo derruir junto con la basílica y la abadía.

 

El monte Tabor quedó desolado hasta que los frailes Franciscanos, Custodios de Tierra Santa, obtuvieron el terreno que les fue donado por el Emir druso Fakhr-al-Din en 1631, y consolidando las ruinas existentes se establecieron en un sencillo convento hasta que a principios del siglo XX pudieron ampliarlo y edificar, sobre los vestigios de las dos primeras iglesias, la actual basílica, de planta de tres naves, concluida en 1924.

 

Al término del relato de la Transfiguración, uno de los versículos más bellos del Evangelio nos inspira el anhelo de que también nos suceda lo mismo que a los apóstoles que fueron testigos de la Transfiguración: “De pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos” (Mc 9,8).

 

 

 

 

Por: Roberto O’Farrill Corona