“La oración dogmática a la Virgen María”

 

La devoción mariana ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María.


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Son cuatro los dogmas de Fe concernientes a la Virgen María: inmaculada concepción, maternidad divina, virginidad perpetua y asunción al cielo en cuerpo y alma.

El dogma de la Concepción Inmaculada declara que María, por gracia de Dios, fue preservada de pecado desde que fue concebida por sus padres; dogma proclamado por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con la bula Ineffabilis Deus.

El dogma de la maternidad divina refiere que María es verdadera Madre de Dios, definido por el Concilio de Éfeso en el año 431 por el papa san Clementino y confirmado por los concilios de Calcedonia, del año 451, y el de Constantinopla, del año 553.

El dogma de la Perpetua Virginidad determina que María fue virgen antes, durante y perpetuamente después del parto, afirmación sostenida en los concilios de Calcedonia, del año 451; el tercero de Constantinopla, del año 681; y los concilios ecuménicos Constantinopolitano II, Lateranense IV, Lugdunense II y Vaticano II.

El dogma de la Asunción sostiene que María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial; dogma proclamado por el papa Pío XII el 1º de noviembre de 1950 mediante la Constitución Munificentisimus Deus.

La devoción mariana ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María.

Al decir “Dios te salve, María”, repetimos el saludo del arcángel san Gabriel, pues es Dios quien, por mediación de su ángel, saluda a quien será su madre; y nosotros, saludamos a María con el amor de Dios.

Al mencionar “Llena eres de gracia, el Señor es contigo”, las palabras del ángel se confirman, ya que María es llena de gracia porque Dios la inhabita con su presencia.

Al proclamar “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”, hacemos nuestro el saludo de Isabel, la primera de todas las generaciones que la llaman bendita por haber creído en la Palabra de Dios y porque así vino a ser madre de los creyentes.

Al pedir “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”, le confiamos nuestras vicisitudes y peticiones, pues como madre de Dios y madre nuestra, intercede por nosotros.

Al invocar “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, le pedimos su intercesión ante el Señor, nos reconocemos pecadores y le confiamos el hoy de nuestras vidas y el momento de nuestra muerte para que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte de su Hijo, y para que nos lleve a Jesús, al Cielo.

Los dogmas de fe marianos, definidos por la santa Iglesia Católica desde siglos, son dogmas que ningún cristiano puede negar sin incurrir en herejía. Para expresar nuestro amor a María, y para presentarle un desagravio por las ofensas de aquellos cristianos que niegan sus dogmas, es recomendable rezar diariamente cuatro veces el Ave María, y al término, pronunciar una breve jaculatoria mencionando cada uno de los dogmas marianos:

Ruega por nosotros, santa María, concebida Inmaculada, sin pecado ni culpa. Ruega por nosotros, santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros, santa María, siempre Virgen, antes, durante y después del parto. Ruega por nosotros, santa María, asunta al cielo en cuerpo y alma.

La santa Virgen María quedará muy alegre al recibir nuestras palabras en esta devoción tan sencilla, y a la vez tan dogmática.

 

 

 

Por: Roberto O’Farrill Corona